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A martillazos

Abr 20, 2015 | 0 Comentarios

Tres días intensos de presentación de Martillo. Una locura, un disparate y al mismo tiempo una gran satisfacción. Errores, atropellos e intensidad. Con sus fallas evidentes pero, asimismo, con sus momentos lúcidos, se logró. Se consiguió llevar a cabo el proyecto. El domingo fue el mejor día y el peor el viernes. Pero cumplimos el objetivo a pesar de no haber ensayado demasiado con los músicos y de que el presupuesto era ínfimo, por no decir nulo. En lo personal, he aprendido muchísimo para el futuro. Acostumbrado a trabajar solo, ha sido un reto para mí hacerlo con actores, guitarristas y demás artistas. Y si en el futuro deseo hacer más proyectos de este tipo, tendré más claro cómo llevarlos a cabo y sus riesgos.

En cualquier caso, estoy satisfecho. Un martillo violento se elevó por los aires quebrando el espejo. Los dioses escupieron al suelo y los hombres les devolvimos la mirada. Cayó agua gracias a la que saciamos la sed y los pájaros y cuervos graznaron celebrando un nuevo mañana.

Los alces corrieron por las estepas festejando el amanecer mientras sonaban como mortajas los discos de Richard Wagner y varios guerreros establecieron una lucha a martillazos la noche en que un viejo poeta llamado Alejandro cantaba sangrientos poemas dedicados a la luna.

«Los espejos han sido quebrados. Han sido destrozados». Esa frase que inaugura uno de los más tormentosos poemas de Charles Baudelaire, me parece ideal para describir lo que siento hoy en las colinas mientras recuerdo los tres últimos días viajando en el carruaje rojizo.

La noche tiene sus ritmos. Al igual que una obra de arte, se pliega y despliega sobre un fastuoso fondo anaranjado entre el que ríen ángeles y niños cansados de soportar las viejas lecciones, escuchar los chillidos de las brujas y soportar el desprecio de sus padres.

No sé todavía ni por qué ni para qué me decidí a levantar el martillo y arrojarlo a los lagos que pacen calmos entre los bosques. Pero cuando escucho las risas de las niñas que aparecen en mis pesadillas exigiéndome que destroce los edificios que rodean los parques salvajes, intuyo que tiene que haber un motivo oculto y profundo. Un sigiloso secreto cuyos escondrijos tal vez puedan explicar los motivos por los que los martillazos siguen resonando fuerte en mi cabeza, obligándome a golpearla una y otra vez contra paredes que se abren a mi paso, de entre las que surgen alces, jabalíes, búhos y siluetas de viejos monstruos que nos contemplan en silencio. Shalam

الصبْر مِفْتاح الفرج

Hay que subir la montaña como viejo para llegar como joven

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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