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Mar 25, 2019 | 0 Comentarios

Durante las última semanas he contemplado algunas películas sobre las que me gustaría dar mis impresiones sin ánimo crítico. Realmente, he visto unas cuantas más pero si soy sincero no las recuerdo especialmente por lo que no las mencionaré.

Andrew Traucki, David Nerlich: Black Water. Black water mezcla el terror con el entretenimiento y el cine adolescente con el de adultos de forma divertida y eficaz. Es moderna, sí, pero al mismo tiempo, recuerda a ciertas películas de aventuras del cine clásico. Aunque en este caso -la época manda- la acción es mucho más minimalista y sintética. De hecho, apenas hay ambiente épico y heroico en ella y los planos parecen más propios de una producción videográfica que cinematográfica. El film no tiene excesivas pretensiones y por eso cumple su cometido. Nos mantiene a la expectativa pendientes de los movimientos del temible cocodrilo que la protagoniza y nos proporciona unos minutos de emoción y ensueño. Un inquietante blockbuster que honra el cine de palomitas y sustos.

Chris Kentis: Open water. Casi lo mismo que he afirmado de Black Water puedo decir de Open water. Aunque creo que el film de Chris Kentis es un poco más atmosférico y ambiental. Bebe menos de la angustia adolescente y se alimenta más bien de ciertos miedos universales. Hay dos aspectos que me gustan mucho de la película: que su anécdota parece real y en ningún caso forzada y la relajación que provoca contemplarla. De hecho, escuchar las conversaciones de los náufragos es absorbente y al mismo tiempo creíble. Obviamente, un maestro podía haber convertido ese argumento en una metáfora de los abismos contemporáneos. Una visión de la catástrofe solipsista actual. Pero aún en su simplicidad, la película logra su cometido. Es una buena crónica de esos accidentes inesperados que irrumpen como fisuras vacías en medio de los centros de ocio modernos. Eso sí, ¡ni ganas de ver las secuelas que ha generado esta película que tal vez hubiera sido mejor que hubiera permanecido como un pequeño icono del cine acuático que como primer espolón de otra de esas sagas que presumo interminables e insufribles!

Panos Cosmatos: Mandy. ¡Lo siento! La película lo tenía todo para gustarme. Una recreación trashy del cine de acción de serie B norteamericano aderezada con deliciosos elementos de terror. Una alucinación y paranoia cinematográfica que parecía capaz de actualizar géneros que hacían furor en épocas donde los artistas vivían desenfrenadamente y eran capaces de todo para conseguir unos cuantos dolares. Pero sin embargo, nunca conecté con ella. La sentí artificial y por momentos, me aburrí soberanamente a espera del tópico desenlace. Eso sí, cada vez que contemplo sus fotos o el cartel no puedo evitar lubricar de placer pensando en aquello que el filme hubiera podido ser de cumplir lo que su estética prometía: una puta bomba explosiva.

Jorge Grau: Ceremonia sangrienta. Una muy interesante y admirable aproximación al cine de vampiros. Una película con aires góticos que huele a decadencia y romanticismo por todos los poros que, a pesar de ciertas irregularidades, convence debido a su ausencia de complejos y su excelente ambientación. Jorge Grau demostró en todo momento su talento porque hasta Espartaco Santoni resulta creíble en su papel de marqués y vampiro.  De hecho, con un poco de menos destreza por su parte, la película podría haberse convertido en uno de esos vodeviles infectos que terminan pasando a la historia por las risas que los cinéfilos se pegan a su costa en medio de sesiones golfas de alcohol y droga. Pero no es así. Ceremonia sangrienta es un filme muy digno con varias escenas muy bien conseguidas que combina perfectamente el espíritu lóbrego de ciertos pueblos hispanos y relatos con el recuerdo de las historias de brujas y la Inquisición y las historias de vampiros y posesiones; dejando de paso una lúcida reflexión sobre el deseo de inmortalidad.

Ari Aster: Hereditary. La idea de la película es bastante buena. Vislumbro que Ari Aster posiblemente se convierta con el tiempo en un gran creador. Pero creo que todavía le falta bastante. Porque aunque el guión es muy interesante, creo que la realización es bastante plana. De hecho, huele a producto televisivo y en vez de conseguir que me sumergiera en su obra, me expulsó en mucho momentos de ella. Me quedo realmente a medias con Hereditary. No me atrevo ni a recomendarla ni a desaconsejarla. Ni a fustigarla ni acariciarla. Es una obra a la que le falta mística y algunos sustos dan vergüenza ajena pero aún así, posee cierto magnetismo. Eso sí, ¡Que no la comparen por favor con ningún clásico de terror! Hereditary se encuentra a años luz de El exorcista, La profecía o La semilla del diablo. Puede ser un icono de terror para la generación Millennial pero poco más.

M. Night Shyamalan: Glass.  Shalamayan es admirado y odiado a partes iguales. A mí su cine me gusta bastante aunque a veces se pasa de dulzón y místico. O mejor dicho, a veces pienso que cuando intenta dotar de trascendencia historias interesantes, las trivializa por un exceso de metafísica comercial. No obstante, el primer Shyamalan me fascina y en todas sus películas encuentro ideas interesantes. Obviamente, este es el caso de Glass. Un film al que le ocurre lo contrario que Hereditary. Posee una soberbia planificación de escenas y una íntima y sabia conexión con el espectador que queda un tanto deslucida por el tono un tanto moralista del argumento. De Glass no me gusta ni su final ni gran parte de la trama oculta que se lleva a cabo en el psiquiátrico. Pero todo lo demás, me parece que está excelentemente conseguido. Los tres personajes principales resultan creíbles. La cámara siempre se encuentra en el lugar justo e idóneo y en cierto modo, contribuye a renovar y tal vez a revolucionar el lenguaje de las películas y cómics de superhéroes. Y la pelea final posee épica y veracidad. Además, el filme tiene un tono espectral muy logrado que le da un toque apocalíptico realmente interesante. En resumen, Glass un muy buen film lastrado tal vez por la tendencia al buenismo mágico de Shalamayan pero es muy digno y meritorio. ¡Bravo Glass!

Yorgos Lanthimos: El sacrificio de un ciervo sagrado. Seré breve. El cine de Lanthimos me interesa pero de esta película me parece que sólo se salvan los actores. Todos ellos interpretan muy bien su papel conscientes de poder estar atravesando un umbral. Ese que separa el cine comercial de las obras de arte. Pero dicho esto, la película naufraga totalmente porque no sabe imbuir ni de dramatismo real ni de esquizofrenía fantástica al tema que trata. Lanthinos nos presenta una tragedia griega en la que importa más el atrezzo que el contenido. Más lo impresionado que desea dejar al espectador que la profundidad con la que retrata la desorientación familiar producida por la presencia de un muchacho que recuerda vagamente al ángel maldito de Teorema. ¡Una lástima este alfiler clavado en el centro de la mano del cine de autor!

Kathryn Bigelow: Detroit. Una muy lograda reconstrucción de las revueltas raciales y su correspondiente represión en Detroit durante 1967. El film posee una abundante fisicidad. Se siente el sudor, el miedo, la opresión y la dureza. No obstante, creo que funciona mejor en las distancias cortas que en las largas. Una vez terminado, se asiente con la cabeza su visionado pero días, semanas más tarde, prácticamente no deja poso. No induce a realizar una lectura más allá de la violencia y la tensión que describe. Es un paso adelante, sí, en la trayectoria de su directora pero no su obra definitiva que sigue siendo en mi opinión En tierra hostil. Más que nada porque subraya demasiado lo que desea decir y apenas deja espacio de reflexión al espectador. Dicho esto, -salvo las escenas de juicio finales- me parece un ejercicio de fuerza y contención bastante bien conseguido. Un guiño al cine visceral de los 70 y a la estética de cientos de cómics llenos de policías fascistas.

Ben Wheatley: High rise: Dan ganas de ver las anteriores películas de Ben Wheatley tras contemplar High rise. Una genial, original y maravillosa adaptación de la mítica novela de J.G. Ballard: Rascacielos. En realidad, todo estaba en contra del director inglés. La dificultad de la novela de su compatriota parecía un obstáculo insalvable. Y sin embargo, logra una película chalada, violenta y lúcida que dialoga constantemente con el libro y hasta lo sobrepasa por momentos. Un filme que va ganando enteros durante su transcurso hasta convertirse en una metáfora esquizofrénica y genial del capitalismo que va más allá del propio capitalismo.  Además, resucita a Jeremy Irons dándole un papel a su altura que es infinita. En resumen, una maravillosa sorpresa que semeja un puzzle del que faltan varias piezas que no para de componerse y recomponerse constantemente. Un cocktail con una mezcla extraña de bebidas alcohólicas parecido a una piscina psicodélica.  Shalam

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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