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Punishment park

Dic 1, 2019 | 0 Comentarios

Punishment park es una de esas distopías que desgraciadamente el paso del tiempo se ha encargado de situar más cerca de la realidad que de la ciencia ficción. Un filme que probablemente habría gustado a Michel Foucault y debería contemplarse obligatoriamente tras un seminario dedicado a analizar Vigilar y castigar. Lo que no significa que sea una gran película. De entrada, porque es maniquea hasta decir basta. Los policías y jueces son desalmados. Verdaderos asesinos a sangre fría. Hombres crueles o sin cerebro. Una masa de carne encargada de asesinar a los hippies y progres. A las feministas y a los cantautores. El comportamiento de los grupos de rebeldes resulta demasiado ingenuo y esteriotipado. Y el de los periodistas que filman los ajusticiamientos (y a los que no vemos) no parece tener mucho sentido. Por más que el tiempo le ha dado la razón a Peter Watkins y el par prensa y televisión ha terminado por convertirse en una de las plagas más onerosas de Occidente.

En cualquier caso, lo que el cineasta británico logró capturar perfectamente es la atmósfera de la época. El ambiente revuelto por la guerra de Vietnam, Woodstock y el asesinato de Martin Luther King. La deriva autoritaria y fascista de la Norteamérica de Nixon. El ansia contestataria de los jóvenes, artistas y minorías, la corrupción judicial y el papel pornográfico de los medios de comunicación. En eso desde luego su obra era ejemplar. Única y original. Un certero pelotazo que describía sin piedad el aniquilamiento del hippismo por parte del poder. Una morbosa parábola que preanunció con décadas de antelación la llegada de programas de telerrealidad como Gran Hermano y el resto de sus gemelos. Y retrató nuestro apestoso mundo contemporáneo con tanta agudeza como algunos de los mejores capítulos de Black Mirror o filmes posteriores del calibre de Network.

Por supuesto, lo mejor de Punishment park es todo lo que rodea al parque que le da título. La mayoría de rebeldes deciden ir allí para librarse de la cárcel. Pero lo que les espera es mucho peor. Un infierno sin salida. Una tortura física y mental agotadora. Devastadora. Porque, deshidratados y mal nutridos, se verán obligados a recorrer 80 kilómetros de desierto a una temperatura insoportable con la promesa de que si alcanzan el punto donde se encuentra la bandera norteamericana, serán libres. Pero para ello deben evitar a los policías de gatillo fácil que ya sea por diversión o por simple estupidez no dudan en dispararles y ajusticiarlos en sangre fría. De hecho, algunos de ellos aguardarán pacientemente a los escasos presos que logren completar el recorrido para terminar de rematarlos.

En fin, el filme de Peter Watkins era una psicótica locura que describía la mecánica violenta y cruel del poder. Retrataba el gobierno de Nixon como una dictadura encubierta. Y con lucidez comenzaba a prefigurar los futuros medios de vigilancia y castigo. De destrucción mental de la población. Esas sociedades donde la duda existencial es si consumir o no. Si disentir o no disentir del consenso establecido. Y quien opte por el no se encuentra destinado a la exclusión como tal vez en el futuro lo sea al ajusticiamiento público. A elegir entre la cárcel o pasar tres días en Punishment park. Shalam

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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