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Yo necesito amor

Mar 23, 2016 | 0 Comentarios

Me alegro de no haberme cruzado con Klaus Kinski ni una sola vez en mi vida. Sé que no hubiera sido una experiencia agradable y si el titán germano hubiera volcado su mirada de acero en mí, habría tragado saliva más de una vez. No todos los días se encuentra uno cara a cara con un superhombre nitzscheano. Pero, desde luego, que no me siento feliz de haber concluido la lectura de su desbordante, apasionante biografía Yo necesito amor puesto que hubiera deseado que no concluyera jamás.

Ciertamente, la palabra intensidad se queda corta al describir este salvaje tratado repleto de rugidos y rasguños memorables como los siguientes:

«¡Aunque cueste creer existe algo parecido a lo que llaman «escuelas de actores»! Nunca he podido entender qué quiere decir eso. (…) ¿Cómo puede creer nadie que se puede aprender a sentir y que se puede aprender a expresarlo? ¿Cómo se puede enseñar a otra persona lo que es reír y lo que es llorar? ¿Lo que es el dolor y la desesperación y el anhelo y la pasión? ¿El odio y el amor? ¿Cómo se puede perder el tiempo de uno mismo y los demás con semejantes patrañas? ¿Se puede aprender el instinto? ¿El olfato? ¿El parto? ¿La concepción? Todo es vibración, magnetismo: la recepción de la semilla. El sobresalto en pleno sueño de una madre a cuyo hijo le sucede algo malo. La gota de sangre que electriza a los tiburones y a las pirañas. Las vibraciones hacen desprenderse icebergs enteros, y provocan aludes, causan inundaciones y terremotos, flagelan los mares y desgarran la tierra».

«¿Es una profesión eso de crítico? Eso que llaman «clasificación de películas» es el último estadio antes del definitivo reblandecimiento del cerebro. Surgen equipos enteros de críticos que cotorrean impotentes, impertinentes y arrogantes como fanáticos religiosos. No temen que nadie les califique a ellos. Simplemente están ahí y abren sus bocas malolientes. O encuentran a Fellini «acertado» o bien «completamente fuera de lugar», por no decir «ridículo». Son aún más asquerosos que los más lamentables anuncios de «protección masculina», porque ni siquiera poseen la miserable capacidad de grabarle al comprador en la polla un sello de calidad. Cuanto más tiempo lo hacen, es decir, cuanto más tiempo pasa sin que alguien venga y los extermine con raticida, tanto más desvergonzados se vuelven esos chuchos gruñones. ¡Ponen notas! («como los idiotas de la escuela») ¡o algo así, con medios puntos, como si quisieran desquitarse de ser tan miserables! Tienen la osadía de decirle al público lo que es «bueno» y lo que es «malo». Es fácil imaginar con qué clase de bazofia se alimentan».

«Volvamos al tema de los directores, esos mostrencos que quieren chulearme con sus pollas flácidas. Esos fanfarrones altaneros, arrogantes y neuróticos que se empeñan en sacar música de mí y no hacen más que desafiarme. ¡No necesito perro lazarillo! ¡Ese impotente de Kubrik es capaz de repetir una toma ochenta o ciento veinte veces! Pero los pobres locos que le siguen la corriente no se merecen nada mejor. Una vez en una entrevista que me hicieron para un periódico de Londres, dije que nunca podría rodar una película con él, porque el primer día del rodaje le daría una patada en el culo».

«La pérfida sociedad humana inculca a sus miembros que, ante todo, lo más importante es tranquilizarse. ¿Por qué? ¿Se puede estar tranquilo mientras se folla? ¿Existe acaso algún producto para la desfloración sin dolor? ¿Para la penetración indolora del miembro masculino? ¿Para la jodienda indolora? La vida no es indolora ni tranquilizante. La vida está llena de emoción, pasión y dolor. ¿Qué tiene eso de malo? ¡La risa, las lágrimas, los gritos de dolor, los gritos de dolor son expresión del cuerpo y alma! Al reprimirlos, no sólo se «exorciza» a los demonios, sino también a los ángeles. (…) La gente me pregunta constantemente y en todas partes ¿Qué hace usted en su tiempo libre? (…) ¿cuál es su hobby? Por más que lo intento, no consigo entender de qué me hablan. Me siento irritado, molesto, mosqueado. (…) ¿Tiempo libre? ¿Qué significa eso? ¿Libre de qué? ¡Yo soy libre! ¡No tengo hobbies! ¡Respiro! ¡Vivo! ¡Amo! ¡Ardo! ¿Tiene tiempo libre el fuego? ¿Lo tiene la vida? ¿La respiración? ¿El viento? ¿El mar? ¡Esa maldita manía de preguntar! ¡Quieren respuestas porque lo único que saben es rellenar formularios!». Shalam

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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