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Domingo

Jun 12, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería que, por motivos obvios, recomiendo leer escuchando el tema de Barón Rojo: «Los domingos son muy aburridos».

Domingo

Recuerdo perfectamente que, durante mi niñez, los domingos solían ser aburridos. Mucho. Los domingos sabían a calle vacía y a casa helada. A siesta eterna y a gabardina vieja. Tengo la impresión de que no había un domingo en el que no lloviera. Aquellos domingos eran poemas de Antonio Machado. Transmitían tristeza y sopor. Pesadumbre. Pienso que probablemente Fernando Pessoa se convirtió en múltiples poetas un domingo. Más para no suicidarse, como manera de sobrevivir, que a causa de su efervescente creatividad. Y que también Franz Kafka se hizo escritor durante otro domingo. Intentando crear acertijos y laberintos por los que perderse y respirar. Recuerdo perfectamente escuchar aquel tema de Barón Rojo, titulado precisamente «Los domingos son muy aburridos», y pensar que la banda madrileña había captado a la perfección la esencia de aquel día de la semana. De aquellas horas descoloridas y eternas, sin substancia, semejantes a charcos, que parecían transcurrir sin ningún motivo ni causa importante.

Aquellos domingos eran domingos de película de Antonioni y Juan Antonio Bardem pero sin nada esteticista en ellos. Tampoco nada intelectual. Los sábados solían ser una fiesta. Los niños jugábamos al fútbol hasta el hartazgo y los dos canales de televisión se llenaban de coloridos y atractivos programas parecidos a golosinas de chocolate y caramelos. El despertar del domingo, sin embargo, era terrible. En aquellas mañanas no se escuchaba más música que la de la homilía cristiana. Un silencio aterrador, de purgatorio, se abría paso insistentemente y sólo era interrumpido momentáneamente por el ruido de los cubiertos y los platos durante la hora de la comida o los pasos furtivos de las solitarias parejas de novios que, de tanto en tanto, aparecían por el horizonte vacío.

Sobre esos domingos anidaba la memoria de los años de la Guerra Cívil, el silencio de toda una nación, el silencio de la sociedad oprimida por los militares, de la voz neutra y descolorida de los telediarios del NO-DO. Eran domingos en blanco y negro. Domingos de mesa camilla y bar vacío. Domingos de desconsolada partida de billar y de repetitivas coplas. Con razón, Francisco Umbral publicó un depresivo y pesaroso libro titulado Nada en domingo. Aquellos domingos eran la nada, el vacío, el purgatorio feroz tras el que aguardaban inmisericordes, como jueces inexpugnables, las clases de los lunes. Los grises profesores. Los libros convertidos en castigo. Las calles llenas de automóviles del mismo color.

Me recuerdo con la radio encendida bajo un mueble, escuchando partidos de fútbol sin interés alguno narrados por locutores exaltados, desmembrando un cigarrillo negro, probablemente un Ducados, sintiendo la tentación de encenderlo y darle unas caladas. También me recuerdo abriendo un mueble donde mis padres guardaban las botellas de alcohol y estar a punto de tomar un vaso de brandy para soportar aquel tiempo sin nada, aquel tiempo de espera eterna, aquel tiempo sin tiempo en el que los relojes parecían inmóviles. Aquel tiempo en el que nada de interés humano ocurría y en el que hasta los dioses parecían haber muerto para siempre. Todo en aquellos domingos hedía a padre agotado y acabado, a reino extinguido, a vino viejo y barato, a bolsa de plástico estrujada y a colonia barata caída. A desodorante seco y a hoja de periódico rota.

Eran, sin duda, más tristes esos domingos que estos en los que a la mínima mueca de aburrimiento, abrimos el ordenador para ver el más inimiginable filme o divertirnos con el más moderno juego. Pero también posiblemente eran más auténticos, más veraces. Nos sugerían algo sobre la vida que no había otra forma de aprender.

Con el paso de los años, apenas he vuelvo a experimentar esa sensación que, no obstante, continúa pegada a mi piel. Al poco de llegar a México, de hecho, me reecontré con ella mientras leía Las batallas del desierto o El libro vacío. Textos en los que, de uno u otro modo, se encuentra impresa. Aunque no la reviví completamente hasta que realicé varios viajes por pueblos perdidos del país azteca. A uno de ellos llegué cuando atardecía. Me habían advertido de que no podría tomar un autobús hasta el día siguiente. En la pequeña pensión donde me albergué no había internet. Y durante horas no encontré más compañía que las risas ininteligibles de un grupo de obreros que bebían sin descanso en el único bar abierto. Aunque hablaban en español, juro que a la mayoría no les comprendía. Ninguno se interesó por mí ni yo por ellos. En realidad, daba igual. Todos los que nos encontrábamos allí queríamos olvidar algo y sabíamos que nunca, por más vueltas que diéramos y vasos de cerveza que tomáramos, podríamos hacerlo. Shalam

الرغبات موجودة ، لا يطلب منها. المطلوب هو موضوع الرغبة

Los deseos se tienen, no se piden. Lo que se pide es el objeto del deseo

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…..una bomba de neutrones ha estallado, las personas mueren y los edificios sufren pocos daños….
    2ºimagen….calle mayor, soy un inutil, soy una esperanza que solo quiere bailar cha-cha-cha…..
    3ºimagen…..total….la musa de michelangelo antonioni……(las sombras son igual de importantes que los objetos a los que se le asocian)…….
    4ºimagen…..estos es un anacronismo……..
    5ºimagen…..familia de pijos …..
    PD…..https://www.youtube.com/watch?v=7L4mG3_LxaA….tito rodriguez..los marcianos cha cha cha…sonrisa

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Alarma por invasión extraterrestre. 2) Un Marcelo Mastroiani castizo enfadado porque no encuentra a su Anita Ekberg. 3) Escena paralela de una versión de Los pajaros de Hitchcock llevada a cabo por Antonioni. La mujer huye de un pájaro. Cree que le ha dado esquinazo. 4) «Negros augurios». Novela imaginaria de Batailla con estaportada. 5) La desazón del ángel caído. Un lienzo de Solana sobre esta foto me gustaría verlo expuesto en Valencia. PD: Maravilloso tema y maravillosa letra. Nunca hubo unos marcianos más sabrosones y contentos. ¡Rumbaaa!

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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