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Emisarios del engaño

Ago 19, 2021 | 2 Comentarios

Días atrás leí Emisarios del engaño, el clásico de la ufología escrito por Jacques Vallée en 1979. Una obra que me ha sorprendido tanto por lo bien escrita que está como por lo bien que explora y logra relacionar la atmósfera de la década de los 60 y de los 70. Germen de un sinfín de teorías de la conspiración posiblemente más vivas que nunca en pleno siglo XXI.

En verdad, la investigación de Vallée es tan fecunda e interesante que tanto algunos de los fenómenos estudiados como las sectas de contactados que aparecen en su libro, perfectamente podrían servir para un documental sociológico, una serie o una película sobre ciertas costumbres de aquella época. En Emisarios del engaño, Vallée explora la anarquía de la era hippie no tanto en sí misma sino como motor del desengaño y escepticismo general que provocará el auge de ese mundo plagado de sectas ufológicas y organizaciones ocultistas que, en cierto sentido, no se encuentran tan lejos de las satánicas descritas en clásicos como La saga de Damien o La semilla del diablo. En realidad, que yo recuerde, Vallée no hace alusión a esto en ningún momento pero sí que su libro permite vislumbrar el parecido entre los adictos a las drogas duras o el alcohol (los expatriados de la utopía hippie y new age) y los acólitos de algunas organizaciones ufológicas muy cerradas y realmente peligrosas para sus integrantes. Y también por supuesto al progresivo éxito de la cienciología y ciertas corrientes pseudoreligiosas y científicas. 

Ciertamente, Emisarios del engaño es un texto desencantado (más bien escéptico) que explora en la otra dimensión del optimismo ufológico y el descrédito progresivo de la religión: la desintegración del yo, la destrucción de la cohesión social, la desesperanza, la fanática credulidad, el vacío. Recomiendo de hecho leerlo mientras se escuchan de fondo, muy de fondo, algunas canciones del Bowie más distópico.

En cualquier caso, como se encuentra escrito con ligereza y levedad y un ávido ánimo científico no es lógicamente una demoledora novela sobre el fin de las utopías sino un incisiva reflexión e investigación acerca el devenir ya no tanto de las teorías ufológicas (que también) sino de los que continúan creyendo en ellas tengan o no motivos fehacientes para sostener su fe en alto. De ese Occidente que pasó del furor y deseo masivos por un contacto con seres otros mundos a un exasperante nihilismo que propició la multiplicación de inquietantes subgrupos de contactados. Asunto que posiblemente hablaba más de nuestra psique dañada que de la posibilidad real de un conocimiento nuevo.

  Me han llamado mucho por cierto la atención las diferencias entre las conclusiones de Vallée y John Keel sobre ciertos fenómenos inexplicables que estudian o en los que se encuentran implicados. Se nota que Vallée era francés. Un cartesiano de vocación. Porque frente a lo inexplicable, intenta encontrar explicaciones lo más lógicas posibles.

Vallée es a la ufología lo que Bordieu a la sociología y Foucault a la filosofía. Obviamente, hay que salvar muchas distancias para afirmar esto sin ruborizarse del todo. Pero sí que creo que permite distinguir quién es. Vallée de hecho en Emisarios del engaño apunta a los gobiernos o a ciertas organizaciones secretas resguardadas por el estado norteamericano como las responsables de determinados hechos a los que todavía nadie ha sido capaz de encontrar una explicación veraz y que muchos, por vagancia mental, relacionaban con el tema OVNI. Es decir; Vallée apunta con sus dardos al poder humano. Lo que no significa que sea conspiranoico sino que, como Foucault (vía Nietzsche), generalmente se encuentra más preocupado por el emisor de los hechos sobrenaturales que por los hechos en sí mismos.

Por el contrario, John Keel, como buen norteamericano, no se preocupa tanto por atacar al poder sino que se siente más interesado por el misterio. Tanto es así que Keel ahonda más en él. No lo aminora sino que lo hace más grande.

El despliegue narrativo de Vallée permite vislumbrar la realidad sobrenatural de manera más sencilla. Vallée simplifica. Keel no. Keel le pone una o varias más anillas al engranaje ufológico. Por momentos, se regodea en la indefensión humana ante la energía radioactiva y los fenómenos extraños. Keel muchas veces está más cerca de la novela que del ensayo. Sobre todo, cuando personaliza. Vallée no. De hecho, incluso cuando nos habla íntimamente, intenta (aunque no sea posible) mantener el rigor y objetividad de un profesor. Porque está obsesionado con las luces. Las aclaraciones. Algo que demuestra claramente Emisarios del engaño: una luz fija y fiable en medio de tiempos tormentosos e inciertos. Shalam

لا تحتاج الأرض إلى قارات جديدة بل إلى رجال جدد

La Tierra no necesita nuevos continentes sino nuevos hombres

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:…monjealienigena enseñandole a otro monjesombra los mandamientos del vampiro…….
    2ºimagen:….a las no se que hora quedaron para ….,…… eso sucedio en eeuu…….(en «los comulgantes» de bergman-1963 un protagonista se suicida porque los chinos habian conseguido fabricar la bomba atomica)….
    3ºimagen:…..chica muy guapa delante del chico ojo que te veo…..jajajj
    PD1:….https://www.youtube.com/watch?v=gjKFCYzqq-A….parlamients & funkadelic (george clinton)………..
    PD2:….https://www.youtube.com/watch?v=Lg-gLkGtWAA….george clinton & the p-funk all stars……
    …grandisimos, inquietantes y lleno de tropezones……toda una enciclopedia, unas tablas de einstein……

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Las tablas de la ley ufológicas. 2) Recuerdo aquel momento en que le comunican a Von Sydow el tema del suicido por la bomba atómica. En este caso, prefiero no hacer más comentarios a la foto. Cerrarla con un respetuoso fundido en negro. 3) Cantante de un grupo tipo Spectrum o Spacemen 3. PD: Increíbles funkadelic y parliamente. Creo que de Parliament tengo un avería hecho pero de Funkadelic tendré que hacer uno antes o después. O al menos de Clinton. El verdadero presidente de Estados Unidos.

      Responder

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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