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Fenómenos extraños

Jul 9, 2021 | 4 Comentarios

Recuerdo que cuando tenía 12 o 13 años, durante un verano, llevé a cabo una sesión de espiritismo en mi casa con unos amigos. Tras los preliminares habituales, nos concentramos e hicimos las preguntas de rigor. Éramos unos niños y debo reconocer que me asusté cuando el vaso comenzó a moverse hacia las letras. No sólo yo sino también dos o tres de mis amigos. Uno de hecho, conforme el ritual avanzaba, entró en pánico, rompió el círculo, agarró el vaso y lo tiró por el balcón. Ni más ni menos que un décimo piso. Minutos después, bajamos a la calle e intentamos recuperar el control. Reflexionar sobre lo que había sucedido. Yo estaba realmente aturdido. Y lo estuve aún más cuando, al poco, se nos acercó un señor con aire apacible (sería la primera y última vez que lo viera) que nos preguntó por nuestras respectivas edades. Y a continuación nos aconsejó que fuéramos buenos en repetidas ocasiones. Alimentarnos bien y ser buenos. Obviamente, esta última conversación me terminó de dejar perplejo. Prometí no tentar a la suerte nunca más y apartarme en lo posible de la célebre güija.

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No obstante, éramos niños. Personas sin excesiva memoria. Así que volvimos a reunirnos en otra casa a realizar una sesión. En esta, el vaso se movía asimismo insistentemente desde sus inicios. Pero porque lo empujaba la sardónica abuela de uno de mis amigos. Ciertamente, salí de allí decepcionado. ¡Menudo fraude! Con algo así no se jugaba. Esa experiencia fue tan ridícula que esta vez sí cumplí mi promesa. Desde aquel día me he mantenido lejos de todo lo que tenga que ver con la güija.

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¿A qué viene hoy contar estas anécdotas?

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A que creo que sirven como introducción a la inquietante manera de aproximarse de John keel a determinados fenómenos inexplicables y extraños que, impulsivamente, en sus inicios atribuyó a extraterrestres y comparó con tradicionales relatos bíblicos y míticos o historias de fantasmas. Aunque, con el paso del tiempo, se fue apartando de esta hipótesis sembrando incógnitas hasta desarrollar su teoría del campo de energía llamado superespectro. Nombre por cierto con el que Lacan hubiera hecho maravillas en caso de haber realizado un análisis psicoanalítico de Keel y sus libros.

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Tal vez me equivoque, pero creo que, sin dudas, lo que más le interesaría a Keel de mi relato (una historia en la que el ámbito espiritista puede ser sustituida por el extraterrestre) es la aparición de aquel señor que, de ninguna parte, se puso a hablar con unos niños que no conocía de nada y nos recomendó que fuéramos buenos. Algo realmente estremecedor teniendo en cuenta que acabábamos de romper unos cuantos límites morales al osar realizar el ritual.

Por supuesto, Keel desecharía rápidamente la segunda historia (la de la falsa sesión comandada por la abuela de mi amigo) y la archivaría entre todas esas (fácilmente demostrables) protagonizadas por farsantes. La enterraría para siempre. Lo que no significa que diera completo crédito a la primera. Pero sí le interesaría mucho más tanto para demostrar la estúpida credulidad y capacidad de sugestión de los seres humanos (puesto que, al fin y al cabo, aquel señor tal vez nos había escuchado atentamente hablar de la güija antes de abordarnos o simplemente se acordaba de sus hijos al vernos a nosotros y quería aportarnos paz) como para comenzar a desarrollar uno de sus lúcidos ensayos.

¿Y si otros niños hubieran experimentado historias parecidas en la zona? ¿Hubieran hablado con un hombre que les recomendase ser buenos tras realizar una trastada o franquear un límite impermisible? ¿Y si además varios muchachos no hubieran tenido en cuenta este consejo y hubieran desaparecido misteriosamente? ¿Cómo podríamos catalogar este fenómeno? ¿Una abducción extraterrestre, un exorcismo espiritual, un mensaje divino o simple y llanamente un secuestro? ¿Y si este misterioso hecho no respondiera a ninguna de estas cuatro hipótesis? ¿Qué pensar si días después varias mujeres confesaran haber tenido pesadillas con niños atrapados en una especie de limbo? ¿Y si además, más allá de la atención mediática de las primeras semanas, el caso se hubiera cerrado como si no hubiera existido con la supuesta complicidad del gobierno? ¡He aquí un tema los suficientemente ambiguo como para merecer una investigación in situ de Keel!

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En fin. Muchos de los textos de Keel suelen comenzar de este modo. Recopilando una serie de datos supuestamente indescifrables que estudia metódicamente e interrogándose sobre si las preguntas que tradicionalmente hacemos sobre determinados sucesos (aparentemente inexplicables) son las correctas.

Keel no dice que las suyas lo sean. Simplemente plantea otras distintas a las comunes. Se deja seducir por los enigmas. Los estudia y analiza científicamente hasta que se da de bruces con los límites racionales. Con lo inexplicable. Y en vez de aceptar mansamente cualquier justificación (eso fue, según su punto de vista, la hipótesis OVNI durante mucho tiempo; un cajón de sastre para seducir y distraer a las masas) comienza a realizar una investigación en la que no descarta ninguna premisa. Algo que explica la fascinación y originalidad de sus libros, los cuales poseen una dimensión antropológica y sociológica y otra literaria que los convierte por sí mismos en fenómenos tan extraños como los que el investigador norteamericano estudiaba. De hecho, no dan nunca exactamente lo que prometen. Dan mucho pero, por lo general, muy diferente a las expectativas tradicionales. Keel suele transformarse en ellos. Su conciencia se modifica a medida que estudia diversos casos paranormales. Lo que provoca cierto sugestivo caos que actúa como reflejo de la actividad de esa «otra realidad» en nuestro mundo.

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Hay algo poético en los textos de Keel. Quien fue un intrépido viajero en su juventud. Y, en gran medida, conservó siempre ese espíritu. Hasta el punto de convertir sus ensayos en viajes mentales y curiosos por lo desconocido en los que intentaba desentrañar imágenes, sensaciones, visiones, apariciones y experiencias aparentemente inconexas o que se repetían con demasiada frecuencia. Encontrar patrones de conducta dentro de territorios desconocidos, como podía hacerlo un médico que intentara desentrañar el simbolismo de las diversas imágenes surgidas durante un viaje de LSD.

Sus libros no son investigaciones conclusas sino más bien una introducción a futuras búsquedas. Más una invitación que una demostración. Por ejemplo, a pesar del despliegue de casos sobre avistamientos extraterrestres que presenta en Operación caballo de Troya no intenta corroborar su existencia. De hecho, no ofrece respuestas porque ahonda en lo que no sabemos. Preguntándose si los seres humanos no estaremos siendo parte de un experimento o siendo sometidos por la energía electromagnética, nos enfrenta a nuestros límites en un momento en que la cultura occidental venía de aterrizar en la luna, experimentar con la bomba atómica y todo, absolutamente todo, parecía posible para la ciencia. Y Las profecías del Mothman tampoco demuestra exactamente que exista una conexión entre las apariciones de una criatura alada en Virginia Occidental en los años 60 del pasado siglo y el colapso del Silver Bridge. Tampoco por supuesto lo niega. Ciertamente, lo sugiere. Básicamente, porque es casi más una novela de misterio que una investigación sobre fenómenos paranormales (sin dejar de serlo). Otro objeto inclasificable.

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Creo que los libros de Keel convergen con algunas de las obras de David Lynch. Sobre todo, con la tercera parte de Twin Peaks. Al fin y al cabo, el director norteamericano pone imágenes a esa «otra realidad» que se palpa e insinúa en los textos de Keel pero, por razones obvias, no podemos ver. Da respuestas (que, a su vez, abren otras interrogantes) marcianas y, por momentos, gnósticas (de las que no está exento el electromagnetismo) a determinados comportamientos humanos y hechos incomprensibles. El germen de Twin Peaks no es muy distinto de hecho al de muchos de los libros del ensayista forteano que, en principio, parecen investigaciones científicas y, poco a poco, se convierten en una exploración del cosmos espiritual y humano. Una probeta del laboratorio cósmico.

No puedo evitar imaginar qué habría hecho el director norteamericano con la historia que cité al principio. La imagen de los niños rompiendo el vaso de la güija y la aparición del señor desconocido recomendándonos alimentarnos bien. Pero sí tengo claro que ese personaje hubiera encajado perfectamente en Twin Peaks. Que su presencia hubiera podido ser perfectamente atisbada por «la mujer del leño» en una de sus visiones y que, en otra dimensión, con un aspecto parecido, podríamos contemplarlo interactuar con otros integrantes de la «misteriosa» logia blanca. ¿Alguien más ha visto a este señor (o alguien parecido) tras realizar una sesión de espiritismo?

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Por cierto, el vaso (un vaso pequeño de vidrio parecido a aquellos en los que se sirve tequila) que arrojamos desde el décimo piso, no se rompió. Shalam

الشعراء مفسرو الله

Los poetas son los intérpretes de Dios

4 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:….dos idolillos, uno de ellos esferico(la medusa aurelia»…jajajjj
    2ºimagen:…..el colegilla de marron me lleva un «peinaico de esculpido a navaja» como brian wilson en :
    https://www.youtube.com/watch?v=mdt0SOqPJcg…..the beach boys….
    3ºimagen:…..inmediatamente al ver esta foto la relaciono con tarkovsky…..solaris…1972….
    4ºimagen:….la simetria de los murcielagos…………
    5ºimagen:….solo miro ademas del «efecto peluqueria low cost» las tres manos izq de los tres…decididos…. ……medio y pulgar…..pulgar y meñique…..y nudo…….
    PD:…..https://www.youtube.com/watch?v=t9LCtaEMkTQ….zappa…excentrifugal forz….1974….

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) Portada retro en todos los sentidos. Nos hace retrotraer a las revistas paranormales de los 70. 2) Así. Exactamente igual. La fotografía me hace pensar en El misterio de Salem’s Lot y en niños jugando a Don Simón. 3) ¿Cuál sería la relación con Solaris? Foto típica de sabios. La pipa es el motor y centro de la estampa. 4) Batman en el Mothman. 5) Esta canción de Zappa encaja perfectamente con Twin Peaks 3 y los libros de Keel. Es puro «superespectro» rockero.

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  3. Smooth Garlic

    Soy uno de los que participó en esa sesión de Ouija. Me sorprende la historia ya que siempre la he contado a mis allegados no sin cierto recelo como anécdota y sin saber muy bien qué había tergiversado de la misma a lo largo de tanto tiempo.
    Efectivamente, éramos jóvenes, de la misma pandilla, nuestra curiosidad nos hizo reunirnos para una sesión de Ouija. El vaso empezó a moverse con las típicas preguntas de rigor…. estás ahí?…eres bueno o malo?…al tener todos el dedo en el vaso nadie se asusta ya que se ampara siempre en la mala fe de de los demás. Salió un nombre, no lo recuerdo y nos dijo que era un demonio….en ese momento el arriba escribiente dueño de la casa (averiapollense) que estaba en el aseo se asustó y con aspavientos cogió el vaso y lo tiró por la ventana del décimo piso (o quizá otro amigo allí presente). Nos asomamos y parecía que no se había roto. Recuerdo bajar todos dando alaridos como locos a por el vaso, yo y un amigo que éramos los más escépticos llamamos al ascensor mientras comentábamos la jugada entre aires de incredulidad. Cuando bajábamos por el ascensor éste se paró de repente…y tras unos segundos de desconcierto…mi amigo al que apodábamos Mc Giver, abrió la puerta del ascensor y salimos como pudimos del ascensor atascado entre pisos. Al bajar la pandilla estaba tirando aún el vaso para romperlo, era un vaso de café de la época, había caído en una calle enfoscada de cemento pintado de verde…tras varios intentos alguien cogió una piedra y lo rompió.
    Nos fuimos todos al banco de reunión, pensativos y comentando la.jugada….en ese momento apareció un señor con tintes de vagabundo o más bien de trabajador del campo con un perro….y recuerdo que nos dijo….»sed buenos y tomad pan con chorizo»… desconcertados alguien le preguntó por su nombre….no recuerdo bien cuál dijo…pero sonaba a bíblico… apostaría por Gabriel…y ahí quedó esa experiencia.

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    • Alejandro Hermosilla

      A mí lo que me ha dejado perplejo es el hecho de que tú y Antonio os quedarais en el ascensor. Eso no lo recordaba. Y le pone un aspecto más inquietante si cabe a esa tarde. Según Fernando, fue Manolo el que arrojó el vaso. Aunque lo lógico -por mi carácter- es que hubiera sido yo. Pero probablemente fuera él. Se lo preguntaré si lo veo. Los alaridos como locos al bajar.. también lo recuerdo ahora. ¡Qué locura! Y el nombre de Gabriel es la guinda a esta tarde inolvidable en todos los sentidos.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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