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El clan de los idiotas

Nov 13, 2016 | 0 Comentarios

Ayer reflexionaba sobre las razones por las que existe el dicho de que las personas que cometen incesto o establecen relaciones con familiares cercanos, enferman o enloquecen. En España, no creo que hayan muchas dudas del motivo: el trágico final de la Dinastía Habsburgo la cual, tras décadas de constantes uniones entre miembros del mismo clan, quedó en manos de Carlos II. Un muchacho impotente que, siendo incapaz de engendrar descendencia, precipitó el ocaso de esta familia.

Un desenlace que se veía venir teniendo en cuenta que ya Felipe II había visto morir a muchos de sus hijos durante la niñez y que uno de los pocos que había sobrevivido, Felipe III, gozó de una enfermiza salud a pesar de que sí pudo dejar descendencia. Aunque su heredero, Felipe IV, sólo pudo legar un único hijo varón: el ya mencionado Carlos II.

Un rey sobre el que se han propagado todo tipo de leyendas y afirmaciones en muchos casos probablemente exageradas que han convertido a este melancólico muchacho, de mirada huidiza y  lentos pensamientos con el que finalizó el linaje, en un trasnochado personaje novelesco. Un digno protagonista de una obra decadentista al que no es difícil imaginar, con los ojos perdidos, mirando desde las lujosas habitaciones de palacio a la luna. Ajeno a todo acontecimiento político o militar del Imperio, escondido entre las sábanas de su cama día y noche, hablando con un amigo imaginario o contemplándose delante del espejo durante horas mientras maquillaban su rostro. La pura imagen de la debilidad y la perversidad maltrecha. Un ángel caído antes de emprender el vuelo.

carlos_ii_koning_van_spanje-153353311En cualquier caso, la interpretación canónica del incesto tampoco es demasiado halagüeña. Me refiero, claro, a la lectura de Freud sobre la mítica tragedia de Sófocles, Edipo Rey. Tras tomar conciencia de haber asesinado a su padre y de que su esposa es su madre, Edipo se saca los ojos y se convierte en un desterrado cuya maldición en parte persigue también a sus hijos.

No obstante, entiendo que Edipo enloquece en este caso al tomar conciencia de haber transgredido la ley y la naturaleza del crimen cometido pero no tanto por el incesto en sí mismo. Pues hasta el trágico reconocimiento de la verdad, Edipo se encuentra sano por más, sí, que la peste que asola Tebas ya preanuncia o puede entenderse como una enfermedad generada por sus actos. En concreto, haber asesinado a su padre años antes en un cruce de caminos.

edipo-rei-pasolini-01Realmente, más allá de Edipo, entiendo que sabemos poco del incesto. Resulta lógico pensar que las primeras tribus se desarrollaron, crecieron y subsistieron -y más en tiempos en que el ser humano era un eslabón débil de la naturaleza- gracias a su práctica continuada. Pero, llegados a un nivel de desarrollo y convivencia con otras tribus en aldeas y ciudades, ya no fue necesario y se entendió conveniente erradicarlo. Que formara parte del tabú. Pues podía generar situaciones conflictivas, debilitar al varón, atontarlo.

Imaginemos por ejemplo a un niño (luego adolescente y adulto) que no se separara de la madre y, en caso de tener una hermana mayor, gozara continuamente de los favores sexuales de ambas. Es obvio que acabaría por ser un lastre para el clan. Un individuo débil poco apto para la caza, la guerra o la defensa. En caso de que su padre permitiera el incesto continuado, lo más normal es que entre mamar de la teta de su madre y penetrar a su hermana o salir de caza a ensuciarse, luchar y poner en riesgo su vida para conseguir alimentos eligiera por lo general la primera opción. Volviéndose finalmente un idiota incapaz de valerse por sí mismo.

el-soplo-en-el-corazonDe hecho, en el caso hipotético de que hubiera existido un clan donde el incesto estuviera aún permitido y debido a las condiciones del terreno donde estuvieran aposentados, no necesitaran cazar regularmente para alimentarse, no sería extraño encontrarse ante un paisaje dantesco al llegar allí. Una ristra de hombres debilitados mamando de los senos de sus madres incapacitados para la acción que ante el menor imprevisto, serían exterminados.

Luego, bajo mi punto de vista, la enfermedad incestuosa no procede tanto de la práctica en sí sino de los hábitos y costumbres que puede generar si se es adicto a ella. Esa búsqueda del placer continuo, retorno al útero materno (la cual actualmente muchas drogas prometen y se han encargado de retomar) que termina generando impotencia y ofuscando la inteligencia. Y explicaría el por qué, más allá de la Dinastía de los Habsburgo, Sófocles u otros ejemplos que podríamos citar, el incesto es temido y es considerado un generador y transmisor de estupidez, desgracia e impotencia. Algo lógico teniendo en cuenta que, desde el punto de vista que lo hemos tratado, sería un resorte que -en caso de abusar de él- podría representar el fin del clan. Ocaso, eso sí, que me parece a mí que, en ciertos casos, -pienso en determinadas familias arraigadas como garrapatas a la política- sería un acontecimiento más que deseable. Un festejo más que una tragedia. Shalam

أَنَا أَمِيرٌ وَأَنْتَ أَمِيرٌ فَمَنْ يَسُوقُ الْحَمِيرَ

Lo único que impide a Dios mandar un segundo Diluvio es saber que el primero fue inútil

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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