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Asesino confeso

Sep 25, 2021 | 2 Comentarios

Lo de Henry Lee Lucas es increíble. El mismísimo Joker envidiaría todas las confusiones que su vida contribuyó a generar. No creo que ni uno solo de esos superdotados villanos de cómic a los que estamos acostumbrados pudiera ser capaz de perpetrar un guión escénico con tantas sorpresas, golpes de efecto y cabos sueltos como los que el psicópata de Virginia dejó a su paso.

Tengo la impresión de que, de haberlo tenido ante mí en una habitación junto a cuatro tipejos, lo hubiera considerado un inútil. El más tonto de todos ellos. Lo hubiera minusvalorado y, en ningún caso, lo hubiera considerado capaz de armar la que lió. Algo en lo que tal vez no me encuentre equivocado del todo porque probablemente la parte más importante de la leyenda de Henry Lee tiene que ver más con el azar y los intereses policiales que con su inteligencia. Se debe a una serie de casualidades (de las que, eso sí, tuvo el oportunismo de aprovecharse) más que a un minucioso y calculado plan.

Más allá de cualquiera de estas consideraciones, resulta realmente increíble adónde llegó la leyenda crecida alrededor de Henry. ¡Joder! ¡Si es que hasta Nick Cave y PJ. Harvey se liaron a carantoñas mientras pronunciaban con lascivia su nombre en un mítico vídeo musical!

Durante años, cualquiera que se declarara fan de la vertiente oscura de América, estaba obligado a citar su nombre junto al de, por ejemplo, el de Ed Gein con orgullo. Cuando David Byrne entonaba el estribillo de Psycho Killer, su rostro aparecía por allí entre los de míticos destroyers cinematográficos. Muchos jóvenes cuyo objetivo no era precisamente matar sino rockear, ilustraban las paredes de su cuarto con una foto suya. Un detalle que siempre quedaba cool y solía excitar a unas cuantas muchachas rebeldes. Se escribieron tanto decenas de artículos sesudos, clínicos, y psicológicos como otros llenos de pasión en los que el escritor dejaba su alma para seguir la ruta asesina de Henry y Ottis Toole, su compañero de aventuras (y desventuras), que eran, de algún modo, tratados como rockstar o estrellas cinematográficas. El gordo y el flaco de los asesinos seriales. Dos estúpidos y pobres inadaptados con una mala uva terrible que el boca a boca, la policía y los mass-media convirtieron prácticamente (queriendo o sin querer) en diabólicos mitos de la contracultura norteamericana.

La vida de Henry era un blues salvaje y solitario en el que América se buscaba a sí misma. Incluso se estrenó una película, Henry, retrato de un asesino, que provocó un estallido un tanto desmesurado de elogios en los críticos y se ganó un merecido prestigio por la frialdad mecánica con la que describía la mente de uno de los mayores monstruos nacidos en Norteamérica. Un hombre acomplejado, sin cultura, aparentemente simple, sin matices, desestructurado; en fin, un perdedor en toda regla que, eso sí, rajaba el vientre y el cuello de sus víctimas con una precisión quirúrgica. Como el más hábil de los cirujanos. Tanto que ningún policía norteamericano dudaba en atribuirle casos no resueltos en su estado. Y se le llegó a considerar responsable de cientos de asesinatos que, lejos de enterrarlo en vida, multiplicaron su fama y le ofrecieron un altavoz mediático a través del que se sintió reconfortado. Tenido en cuenta por una vez.

Al fin y al cabo, como es bien sabido, la infancia de Henry había sido un desastre. Si alguien fue maltratado en su entorno durante sus primeros años de vida ese fue él. Su madre, una prostituta, lo golpeaba habitualmente. Lo obligaba a verla follar con sus clientes. Lo vestía de niña. Su padre, un alcohólico sin piernas, no era, desde luego, de mucha ayuda. Recibía palizas de su esposa. Y, tras una de sus habituales discusiones, fue encontrado muerto de congelación en un bosque cercano. Mientras tanto, Henry comenzó a tener sexo con animales y a cometer robos que lo condujeron a la cárcel y más tarde a un hospital psiquiátrico. Un lugar en el que pasaría unos cuantos años tras asesinar a su madre rebanándole el cuello con una navaja.

Obviamente, el destino de Henry era ser ignorado. Morir con muchísima más pena que gloria. Como un escombro del sistema. Y en este sentido, no cabe duda que ser tenido en cuenta aunque fuera por los motivos equivocados, debió de satisfacerle muchísimo. Así que no dudó en mentir lo que hiciera falta para incrementar su leyenda. Esa que comenzó definitivamente a forjarse cuando terminó su condena, se reintegró a la vida y conoció a Ottis Toole.

Los viajes de ambos por las carreteras y autopistas forman parte de lo más granado y vivo de las crónicas históricas de la Norteamérica negra del siglo XX. No al mismo nivel que las de Charlie Manson pero tampoco creo que se encuentren excesivamente alejadas de ellas. Sobre todo, porque no sabemos realmente bien lo que sucedió allí. Como demuestra claramente el documental Asesino confeso, es muy probable que Henry no cometiera ni la mitad ni tal vez las tres cuartas partes de los crímenes que declaró encantado, sin remordimientos y con una sonrisa disimulada, haber realizado. Incluso hay quienes sostienen que únicamente mató a su madre y que el resto es una gran patraña de un deficiente necesitado de atención y una serie de cuerpos policiales aliviados por endosarle decenas de asesinatos no resueltos, incrementando de esta manera sus estadísticas de acierto. Unas hipótesis que cuando pasaron de ser probables a veraces provocaron que, de repente, decenas de sesudos (o salvajes) artículos, documentales, películas o proyectos de series quedaran desfasados o desacreditados. Entraran de lleno en el campo de la fantasía o la desinformación.

Una treta maestra digna, repito, de un joker que estoy seguro que hizo sonreír decenas de veces a Henry en su celda. Consciente de estar engañando a medio mundo. Tanto a sus fans como a sus detractores. (¿Cómo se quedarían, por ejemplo, Cave y Harvey al enterarse de estas tretas?) Y por primera vez, ser el centro de atención de su entorno. ¿Qué digo de su entorno? ¡De su país, del mundo!

Realmente, lo de América con Henry Lee es morboso y perverso. El tipo tuvo incluso la suerte antes de morir de frenar un intento de George Bush de aplicarle la pena de muerte. Para muchos, es un héroe que mostró las entrañas corruptas del sistema. Para otros, un puto loco. Y  para algunos, alguien detestable. Pero a nadie deja indiferente y creo que la mayoría de norteamericanos saben que la vida, asesinato y engaños de Lee dicen mucho sobre sí mismos. Del mundo en el que viven. Motivo por el que no cae en el olvido y continúan emergiendo detalles de su vida a la luz de tanto en tanto. De hecho, entiendo que es un personaje (que más allá de sus crímenes) adoraría Andy Warhol. Quien, de saber de sus mentiras en colaboración con la policía, no hubiera dudado en consagrarle una serie de retratos en los que su rostro apareciera con distintos colores y un gesto a veces divertido y otras serio, como representación y metáfora del sueño americano.

Creo que a esto precisamente nos conduce el visionado de Asesino confeso. A considerar a Henry un símbolo norteamericano tan frívolo y superficial pero tan poderoso y rotundo como un billete de dólar. Y a volver a recordar que son los grandes mentirosos de la historia además de la falsedad cotidianas los impulsores de los documentales fake y no al contrario. De hecho, probablemente ni en un millón de vidas, un guionista podría haber perpetrado jamás una trama como la vivida por Henry Lee y resultar creíble. Puesto que ni tan siquiera hoy creo que podamos estar seguros de conocer los detalles exactos de la vida de este psicópata. ¿O alguien se atreve a levantar la mano y sostener que al fin sabemos la verdad? Visto lo visto, lo más probable es que Henry, desde su tumba, vuelva a dejar en ridículo a quien cometa tamaña osadía. Shalam

الصلاة مفتاح الصباح وقفل المساء

La plegaria es la llave de la mañana y la cerradura del atardecer

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:….y yo, tan conforme que voy a la carcel…….
    2ºimagen:….no tenia mas remedio que hacerlo…..casi me avergüenzo…..
    3ºimagen:….caminico de jerez!!……….
    4ºimagen:….»mulholland drive»-lynch-2001….esta es la protagonista, cuando la veas la reconoceras!…jajajj……
    (y escupe el cafe «premium» en la servilleta el muy ofendido)………..
    5ºimagen:…. entre «papa-da» y «papa-da» lo he conseguido….1estrella y 2 guardaespaldas….
    PD:….https://www.youtube.com/watch?v=YDDEqgmGIVg….i am a man of constant sorrow-o brothers-2000….
    tema: (deficiencia mental)………….

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) A la fama por el engaño. 2) Foto en blanco y negro en la que Henry parece una leyenda. 3) Sí. Aquí parece un andaluz. Puerto Urraco. 4) Twin peaks. Yo soy el asesino falso de Laura Palmer. 5) De aquí a la presidencia de los Estados Unidos. PD: Entre el irdículo, la ironía y la verdad. Muy cerca de aquel último filme estrenado en Netflix por los Cohen. La balada de Baster Scruggs. Esta es su balada años antes.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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