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La literatura comparada en medio del maremoto globalizador

Abr 10, 2017 | 0 Comentarios

El pasado viernes me invitaron a impartir una charla sobre literatura comparada en el Centro de las Artes de Tlaxcala. Un tema que puede resultar arisco y, en principio, difícil de explicar a un público inexperto por lo que opté por ser lo más claro y pedagógico posible. Advierto, en cualquier caso, que el texto no será seguramente agradable para los habituales lectores de Avería. Es mucho más técnico y crítico de lo habitual pues es lo que me pidieron. No obstante, tiene mi sello personal y lo dejo a continuación por si alguien desea consultarlo. Ahí va:

La literatura comparada en medio del maremoto globalizador

Una de las grandes virtudes de la literatura comparada consiste en que permite establecer analogías entre obras literarias de distintos países. Contribuye a la realización de análisis culturales desde un punto de vista global y una perspectiva universal. Sin embargo, ahí radican también, en muchos casos, algunas de sus grandes inconsistencias y defectos. Porque la literatura comparada tiende a igualar realidades diferentes sin profundizar lo suficiente en cada una de ellas. Tiende a asimilar textos debido a que, aparentemente, existen ambientes parecidos y enunciados comunes, sin tener en cuenta el contexto y las circunstancias particulares de la cultura de la que brotan. Y es, por tanto, una arma muy peligrosa que en ocasiones, ha servido como punta de lanza para difundir una serie de ideas, en su gran mayoría superficiales, muy útiles para la globalización.

Pondré algunos ejemplos para intentar explicar a qué me refiero. Resulta muy sencillo, pedagógico y útil realizar una analogía entre el discurso amoral de Juan Pablo Castel en El túnel de Ernesto Sábato, el llevado a cabo por el protagonista de Las memorias del subsuelo de Fiodor Dostoievsky y los que aparecen en El extranjero de Albert Camus y La náusea de Jean Paul Sartre. En todos esos libros, nos encontramos una voz en primera persona que nos refiere con angustia sus experiencias en la sociedad y por lo general, tiende a mostrar odio e indiferencia hacia sus semejantes. Los cuatro personajes podrían ser calificados de nihilistas y las cuatro novelas podrían caber en el cajón de la literatura existencialista. Pues bien, el problema radica cuando nuestra afirmación se detiene allí. Porque enunciar estas semejanzas entre todas estas novelas no es más que tomar la parte por el todo. Es decir; enlazar cuatro realidades distintas -pongamos por caso, cuatro chicos procedentes de diversos continentes unidos en una fotografía simplemente porque le gusta el rock- sin profundizar en ninguna de ellas lo suficiente. Básicamente, porque comparar, implica mostrar tanto las semejanzas como las diferencias. Y lo que debería realizarse en un ejercicio verdadero de literatura comparada no sólo es mostrar las similitudes sino también las diferencias entre esas voces para lo que sería necesario profundizar en la descomposición del mundo zarista (Memorias del subsuelo), el peronismo argentino (El túnel) y el nocivo ambiente provocado por la Segunda Guerra Mundial en Francia (El extranjero, La náusea).

La voz de Juan Pablo Castel (El túnel), por ejemplo, se corresponde con la de un exiliado en medio de un continente, América, que no siente como suyo; la del personaje de Dostoievsky con la de uno de esos anónimos seres desplazados del campo que pueblan las gigantescas ciudades modernas y viven asfixiados e ignorados; y la de Mersault (El extranjero) y la de Antonine Ronquetin (La náusea) son consecuencia del culto al racionalismo y la técnica que acaba generando el ateísmo. Por lo que compararlas, no tendría necesariamente que implicar igualarlas que es lo que generalmente se hace (respondiendo así al discurso vertiginoso de la globalización), sino, sobre todo, profundizar en la realidad de la que cada una de ellas surge. Algo que no se suele llevar a cabo por cierta tendencia a la vaguedad intelectual y el recurso a la cultura del menor esfuerzo connatural a la sociedad del espectáculo. Motivo por el que, finalmente, puede ocurrir que la literatura comparada (si se practica mal) termine convirtiéndose en un instrumento más al servicio del sistema dominante. Ya que puede llegar a introducir a todos los artistas, por el mero hecho de compararlos, en el mismo cajón de sastre, haciéndolos formar parte de lo que podríamos denominar el supermercado cultural, igualándolos sin realmente hacer un análisis serio de sus diferencias y propiedades. Provocando, por tanto, que la crítica se mantenga en un nivel superficial al servicio de la cita fácil. Casi al nivel del Trivial. Sabremos, por ejemplo, que todos los escritores anteriormente citados son nihilistas pero no se nos dirá en qué forma lo son cada uno de ellos y a qué responde su nihilismo.

Veamos otro ejemplo. Es un lugar común en la crítica literaria hispánica realizar una comparación entre Faulkner y Juan Benet. Juan Benet sería el Faulkner español porque utilizaría muchos de los recursos técnicos popularizados por el escritor norteamericano y además, su saga novelística se desarrollaría en un ámbito espacial (Región) similar a la mítica Yoknapatawpha creada por el escritor norteamericano.

Pero ¿qué nos dice eso del franquismo o de la Norteamérica profunda?, ¿Son asimilables el sur esclavista y racial de Faulkner y el ámbito rural hispano del siglo XX? Obviamente, la respuesta es no. Pero, por lo general, se suele despachar a ambos autores con esta simple comparación sin un proceso de reflexión amplio. Lo que provoca, bajo mi punto de vista, que la literatura comparada termine sirviendo a los intereses neoliberales y del mercado globalizador ya que, al igual que la máquina empresarial y económica, iguala realidades distintas haciéndolas mas disfrutables y consumibles; atractivas y digeribles. Pues que Benet y Faulkner se parecen de algún modo lo puede saber desde un conserje hasta un empresario o un futbolista con interés por la cultura. Pero tan sólo unos pocos sabrán fijar con claridad las diferencias de cada una de estas estéticas. Aquello que realmente las particulariza.

A fuerza de hacerme reiterativo e insistente, citaré otro ejemplo. Volvamos nuestra mirada a la novela revolucionaria mexicana. ¿Es comparable a la surgida en Francia debido a la Revolución francesa? ¿Son comparables Francia y México? ¿Surgieron los movimientos revolucionarios por los mismos motivos?

Un uso superficial de la literatura comparada mezclaría personajes, movimientos, voces literarias y muy probablemente utilizara los análisis críticos de las novelas de los dos ámbitos como hojarasca, dando una imagen de aparente profundidad que, en realidad, nos ocultaría la verdad. Pues comparar personajes y argumentos, probablemente sea muy útil literariamente pero si no nos aclara las causas de las revoluciones, ¿puede este estudio, en verdad, sernos beneficioso a los seres humanos o, en el fondo, no será más que un texto crítico realizado para distraer nuestra atención y hacer ganar méritos a un aspirante a ocupar un puesto en la Universidad?

En fin. Podríamos hablar mucho sobre las consecuencias de un uso superficial de la literatura comparada. Por ejemplo, este tipo de analogías rápidas han cargado de razón a gran parte de las corrientes feministas más recalcitrantes. Ya que comparar el papel de la mujer en diversos textos literarios de siglos antiguos con las aspiraciones de las mujeres actuales, le ha servido al feminismo más radical para crear una imagen opresiva de los varones y victimista de su sexo que tal vez no se ajuste totalmente con la realidad y sea demasiado interesada. Pero, en cualquier caso, desde luego que ayuda al desmantelamiento familiar fomentado por la globalización y a la implantacion de una sociedad ultracompetitiva en la que hombre y mujer no cooperan por un fin común sino que compiten por el poder. Cuando tal vez un profundo análisis del papel de la mujer en las obras de Cervantes, Dostoievsky o Calderón de la Barca nos revelara todo lo contrario. Que, aun siendo relegadas de los puestos de poder, la potencia y creatividad de las mujeres en aquellos tiempos era inmensa. Tal vez mucho mayor que la de ahora en la que supuestamente han dejado de servir al hombre para servir al dinero y, en vez de estar esclavizadas al hogar, lo están a un puesto de trabajo.

Sí. Ya sé que estoy reduciendo y simplificando muchos razonamientos complejos pero lo creo necesario para mostrar cómo un uso superficial de la literatura comparada puede servir a los intereses del poder experto en manipular situaciones.

Pienso, de hecho, que en gran medida, la implantación en las Universidades de la literatura comparada ha producido una igualación a la baja cultural que ha permitido manipular ciertas verdades de forma muy útil para la globalización. En España, por ejemplo, no se introdujo en la enseñanza superior hasta los años 90 del pasado siglo. Algo comprensible pues teniendo en cuenta que el régimen franquista mantuvo aislada a España del resto del mundo, ¿qué sentido tenía implantar estudios de literatura comparada? Lo lógico era que en las Universidades se estudiaran las literaturas nacionales de cada país y se incentivaran en la medida de lo posible los análisis de la literatura española a lo largo del tiempo. Pero cuando, tras la mal llamada transición y la destrucción del tejido nacional industrial durante los años 80, España entró de lleno en el mercado neoliberal, rápidamente se implantó en los centros intelectuales esta disciplina. Pues, desde luego, respondía a los intereses del poder y era un arma ideal para romper los rasgos distintivos nacionales bajo una manta de internacionalización y cosmopolitismo tras la que aparecía amenazante la sombra de la globalización.

Soy consciente, no obstante, que entre ustedes habrá personas que sientan interés por saber cuándo nace esta disciplina y su evolución a lo largo del tiempo. Por lo que haré una revisión histórica que considero que podrá ayudarles a comprender el punto de vista desde el que hablo y enfocar mejor la naturaleza de esta disciplina. Eso sí, lo haré muy brevemente y de manera muy personal.

A mi entender, la literatura comparada se divide en las siguientes etapas:

1) De forma muy agreste, en Occidente, nace con la cultura grecolatina. Al contrario que otros pueblos que destruían a los conquistados, tras apoderarse de Grecia, los romanos comparan su cultura con la helena, encuentran a ésta última muy superior y la hacen suya. La latinizan. De la síntesis de lo griego y lo latino nace lo grecolatino. Uno de los primeros ejercicios prácticos de literatura comparada sería La Eneida.

Virgilio se inspira en La Iliada y La Odisea de Homero para componer el libro que narra los orígenes míticos de Roma y las hazañas de su primer gran héroe, Eneas. Algo similar se produce en el terreno de la tragedia donde Séneca se inspira en las grandes obras de los dramaturgos griegos y sus personajes para componer su obra. Toda la cultura latina es una apropiación y una lectura más o personal de la griega. Muchas veces, una copia. Es tradicional citar la Carta a Pompeyo Gémino de Dioniso de Halicarnaso como el primer texto consciente de la importancia de la comparación textual.

2) Durante la Edad Media, cualquier idea por primitiva o rústica de literatura comparada que existiera, entra en crisis. Las culturas tienden a rivalizar y pocas veces a cooperar y los ejercicios de esta disciplina quedan por lo general reducidos al ámbito religioso. Las sucesivas interpretaciones de textos sagrados y los debates filosóficos (típicamente bizantinos) que se llevan a cabo sobre diversos valores espirituales son algunas de las manifestaciones a través de las que espontáneamente se producen análisis comparativos de textos. Más que estudios comparativos se llevan a cabo estudios interpretativos. Existen, no obstante, excepciones como la tantas veces citada corte de Alfonso X  que, en el fondo, no son más que islas en un mar de guerras, feudalismo y religiosidad.

3) Renacimiento y Barroco: El Renacimiento realiza una comparación general entre la cultura greco-latina y los nuevos valores aparecidos al final de la Edad Media y a principios del Barroco nace la ópera que al contener un gran número de disciplinas artísticas en su interior, obliga a relacionarlas y compararlas constantemente. Sin embargo, no existe una noción de literatura comparada ni de algo similar.

4) Ilustración: es al fin, durante esta época, donde surgen los primeros manuales de literatura comparada. Los ilustrados comienzan a clasificar y separar las distintas disciplinas y ciencias y era tan sólo cuestión de tiempo que surgiera un manual, Origen, progresos y estado actual de toda la literatura del jesuita Jesús Andrés, con afán universalista, en el que compara literaturas de distinta procedencia.

5) Romanticismo y siglo XIX: Durante el siglo XIX, las ciencias se desarrollan y especializan cada vez más y esto traerá consigo un aumento y perfeccionamiento de los estudios literarios dentro de los que se que incluyen los comparatistas. El romanticismo lleva a cabo una intensa y profunda exaltación nacionalista pero lo hace muchas veces, recurriendo a paisajes exóticos. Lo que, sin dudas, ayudará a las relaciones entre literaturas de distintas procedencias.

Un caso paradigmático es el de las óperas de Verdi. Pues el italiano se inspira en Víctor Hugo, un escritor francés, para componer su célebre Rigoletto y en Shakespeare, para muchas de sus más inspiradas obras. Y rememorando el pasaje del cautiverio del pueblo judío en Egipto consigue despertar con su ópera Nabucodonosor  -concretamente, con el célebre pasaje «Va pensiero»- los sentimientos nacionalistas de los italianos controlados por el pueblo austriaco.

6) Dividiría el siglo XX en tres partes:

a) Las guerras mundiales: las guerras provocan una atmósfera de alineación, opresión y peligro que desestructura el pensamiento y provoca una angustia que se manifiesta por todas las artes. Es una de las etapas donde, debido a las experiencias bélicas comunes, el estado de desconsuelo general y el deseo de superar de algún modo la catástrofe, más unión existe entre las literaturas del ramo occidental y, por tanto, más fácil es llevar a cabo también comparaciones entre distintas artes. Todos los artistas quedan marcados por esta experiencia que consolida un sentimiento de unión colectivo.

b) La guerra fría:  con la guerra fría y la división entre el bloque capitalista y comunista se produce el definitivo despegue de la literatura comparada. Se busca resaltar la unión entre los países capitalistas frente a los comunistas y se establecen una serie de medidas que buscan igualar (aparentemente) a muchas culturas diferentes, produciéndose flujos culturales que las unifican.

La literatura comparada es mucho más comprensible en este entorno y mucho más vendible y consumible, desde luego que, por ejemplo, el formalismo ruso. Movimiento crítico que intenta estudiar la obra literaria en sí misma, sin contacto con el exterior y es, por tanto, carne de carnaza para el bloque capitalista al poner de manifiesto el inmovilismo y solipsismo soviéticos. Durante esta etapa, en Occidente se produce la definitiva canonización de ciertos aspectos de la obra de Nietzsche y de filósofos como Jacques Derrida y Gilles Deleuze. Las interpretaciones se imponen muchas veces a los hechos y las obras culturales comienzan a ser vistas como objetos de consumo intercambiables. Se llevan a cabo muchas visiones interesadas y partidistas de la literatura comparada.

c) Globalización: Supone una aceleración casi esquizofrénica de los valores implantados en el Occidente capitalista durante la Guerra Fría. No es que haya sólo interpretaciones sino que ahora existen múltiples interpretaciones de interpretaciones. La literatura deja, en cierto modo, de ser cultura y se convierte en objeto de consumo. La unificación capitalista de los países occidentales extermina sus raíces tradicionales. Se produce una homogenización a escala global que prácticamente hace indistinguibles las diferencias entre muchos países y pone en riesgo la existencia de las literaturas nacionales. La literatura comparada se convierte en una herramienta imprescindible para intentar analizar un mundo cada vez más complejo y unificado pero que, a pesar de todo, se encuentra lleno todavía de comunidades y países con unos rasgos identitarios muy definidos que no es posible soslayar para llevar a cabo una crítica honesta. Intentar encontrar verdades y no fabricar interpretaciones.

En gran medida, el exceso interpretativo se corresponde con el sueño capitalista, al hacer de la literatura una especie de Disneyland donde todo es posible. No sólo le permite al crítico tener acceso a todos los libros que desee sino ponerlos en relación y decir y hacer lo que desee con ellos. Aunque esto provoque muchas veces una soberana confusión que es, al fin y al cabo, el signo de nuestros tiempos, de la que surgen, en cierto modo, las performances. Una manifestación artística vacía (dicho esto sin ánimo peyorativo) que pone de manifiesto el desencanto ante la imposibilidad de alcanzar una verdad objetiva debido a la manipulación mediática y que, frente a la acumulación de interpretaciones, se niega a ser interpretada y acaba con toda interpretación, pues es la misma interpretación haciéndose realidad.

En fin, soy muy consciente de que he simplificado mucho pero creo que era necesario para poder hacerme comprender. En gran medida, la literatura comparada es un agente pasivo de cambio y responde tanto al uso y abuso de ella que desee hacer el poder como a los acontecimientos de la actualidad.

De hecho, su actual apogeo no se encuentra tan lejos del impresionante avance del mundo virtual. A medida que el mundo físico ha sido completamente colonizado, no quedan parajes desconocidos que visitar o que estimulen el espíritu de aventura humano y puesto que no hemos podido todavía viajar a la luna en masa, no nos ha quedado otra opción que canalizar nuestro deseo de expandirnos a través de internet. Y por ello, probablemente, la literatura también se ha vuelto cada vez más intertextual y autoreferencial y hay cada vez más escritores esclavos tanto de lo que escriben como de lo que leen. Nostálgicos aventureros que han puesto sus objetivos y sueños en el mundo virtual literario y no en el real, teniendo en cuenta los pocos estímulos que, a estas alturas, posee este último.

En este sentido, la literatura comparada sería reflejo de esta circunstancia al ser una literatura de literaturas; una crítica que se centra en los libros y olvida, en cierto modo, la realidad. Obligándonos a hablar de personajes más que de seres reales al mostrar que cada texto es deudor de otros texto y no de la vida y reflejar perfectamente ese mundo en el que cada escritor se ha convertido en un colonizador de espacios (virtuales) y, al mismo tiempo, el espacio artístico se ha transformado en un colonizador del inconsciente de cada escritor.

De hecho, yo creo ser un buen ejemplo de esta última afirmación. En las dos novelas que hasta ahora he publicado, Martillo y Bruja, no me refiero ni hablo prácticamente de la realidad mexicana ni de la española. Y aludo a decenas de libros y obras de arte para incidir en mis puntos de vista sobre el capitalismo tardío y la sociedad actual. Es decir; mis libros se encuentran en medio de un inconsciente colectivo que siento que nos domina y no tanto en el aquí y ahora. Pues pienso (tal vez inocentemente) que es jugando con símbolos y metáforas que podré alcanzar nuevos lugares y verdades, y desmontar esquizofrénicamente, desde su mismo centro, el colonialismo global que nos domina, como pone de manifiesto el uso y abuso actual de la literatura comparada. Una disciplina que, por otra parte, bien utilizada, se me antoja herramienta imprescindible no sólo de conocimiento literario sino humano. Shalam

إِذَا طَالَتِ الطَّرِيقُ كَثُرَ الْكَذِبُ

Si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin mayor fundamento

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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