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Los piratas del ruido

May 14, 2017 | 0 Comentarios

Amo el personaje de Ruido. Estos días he estado releyendo varios pasajes de un libro que me dedicaré a corregir junto con Puercos durante todo el verano. La ira y el odio del furibundo escritor me reconfortan. En un mundo políticamente correcto hasta la náusea es maravilloso poder escuchar a alguien así. Supongo que cuando se publique al fin la novela -sea cuando sea- habrá personas que se sientan nerviosas al leer los discursos de este demente pero a mí al menos me relajan. Casi que me somatizan. Me transmiten paz. Un mundo en el que todavía alguien puede expresarse como ese personaje -no importa que sus palabras estén llenas de odio y sean hirientes- merece una oportunidad más. Tiene salvación.

En realidad, contrariamente a lo que se suele pensar, poder escuchar al mal es la mayor oportunidad para que el bien florezca. La mayoría de grandes libros que recuerdo de la literatura universal están poblados de personajes locos o violentos. Dostoievsky era un absoluto genio para describirlos. Tengo la sensación de que la literatura entró en el siglo XX tras la publicación de Memorias del subsuelo. Existen pocos alegatos contra la mediocridad y el mundo en general más fascinantes que aquella novela. Si tuviera que representarla con una imagen lo haría con la siguiente: un hombre golpeando con su espada una pared o clavando una y otra vez su cuchillo sobre un muro. Creo que, en gran medida, así se puede representar también la neurosis: como una eterna lucha contra la vida. Un imposible. Un pirata obligado a sobrevivir en medio del desierto o una mujer a la que le han cortado los senos. La carnicería que brota del caos.

Ruido es un libro, por cierto, en el que además de innumerables chillidos frenéticos, arrebatos místicos y violentos contra la sarta de profesores y poetas ególatras que pueblan el mundo, aparecen piratas. Fantasmagóricos corsarios que llevan a cabo las más crueles torturas y, en vez de avergonzarse de su mal, se jactan de sus tropelías. Vuelven del pasado como zombis o Quijotes brotando de una pesadilla y pronuncian discursos incomprensibles frente a las olas del mar.

Ellos no son tanto la neurosis sino un oscuro símbolo del ruido. Una manifestación del humor negro de los dioses. Nunca estuvo planeado que aparecieran entre sus páginas pero allí están, como perros furiosos dispuestos a matar a cualquiera de los grandes artistas de la historia. Rebanarles la cabeza y escupir en su frente y ojos a continuación.

El nivel de violencia de los piratas es comparable y, en buena medida, fruto de los continuos brotes esquizofrénicos del escritor. Si los piratas destrozan cuerpos, comen corazones y escupen rostros, el escritor quema libros y lleva a cabo una corrosiva crítica del arte que prácticamente incinera a todos los autores conocidos menos a Dostoievsky. Probablemente, porque el abrasivo artista ruso era, como ellos, un fuera de la ley. Era un pirata de la literatura. Un hombre que había destrozado todos los límites existentes para componer sus obras. No es difícil, de hecho, imaginarlo vagabundeando por los estercoleros de una ciudad, levantando sus manos como un santón frente a los mendigos o escuálido, pidiendo limosna para dar de comer a sus hijos y continuar escribiendo. Porque Dostoievsky es la locura; el mar bravío; las astillas de un barco naufragado; una calavera en medio de una isla;  pura violencia. Pero esa violencia santa que reina en medio de un vendaval y un suplicio colectivo. La risa de un corsario cuando, tras varios años buscando un tesoro, al abrir el cofre donde debían encontrarse un buen puñado de monedas de oro, no halla más que gusanos.

Por otra parte, no sé, a día de hoy, si Dostoievsky aparecerá en Tormenta, pero sí que allí serán los piratas los homenajeados. Y que, por más que lleven a cabo un gran número de crueles actos, no serán en absoluto comparables a los de Ruido. Porque Ruido es un agujero sin fondo. Un muro de fuego. Mis particulares Memorias del subsuelo. Lava volcánica estallando en medio de abismos, montes literarios entre los que se escuchan las carcajadas de corsarios engreídos al destrozar a los que se proclaman justos, santos y buenos. Shalam

إنَّ الْهَدَيَا عَلَى قَدْرِ مُهْدِيهَا

La vida es como una leyenda. No importa que sea larga sino que esté bien narrada

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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