AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Música E Kurtág

Kurtág

Ene 11, 2017 | 0 Comentarios

György Kurtág es un Anton Webern místico. Un Béla Bartók diluido. Un György Ligetti contenido. Y, ante todo, el compositor fragmentario, casi aforístico, por excelencia. Tal vez el señor que, dentro de los músicos modernos, con mayor agudeza intuitiva entendió la relevancia del arte microscópico. La futura trascendencia del arte breve y aparentemente débil en comparación con las fastuosas sinfonías del pasado.

Kurtág, de hecho, a pesar de poseer una enorme tradición literaria llena de novelas río a su disposición, tan sólo ha compuesto música para poemas de Hölderlin o Safo. Y cuando se ha acercado a Kafkfa, lo ha hecho desgajando frases de su obra y componiendo pequeñas operetas. Difusas, esquivas melodías que penetran durante escasos minutos en el alma atormentada de los personajes del escritor checo. Son casi reflectores de su conciencia o vibraciones de su angustia. Retorcidas frases sofocantes y asfixiantes que semejan los laberintos mentales en que se encuentran encerrados.

Kurtág comprendió que para ilustrar la literatura de Kakfa no hacía falta ningún despliegue sonoro especial o trucos de sonido sino que, al contrario, era necesario vaciar la música. Substraerle fuerza y casi que capacidad de evocación para conducirla a una frontera, un límite angosto en el que cada nota anunciara su propia extinción y pareciera perdida en ese limbo inhóspito en el que se encuentran Gregorio Samsa, Josefina la cantora, el artista del hambre o Josef K. Consiguiendo así crear una obra que no es una mera ilustración de estos relatos sino una amplificación de los mismos. Un condensado agujero de precipicios sonoros pronunciados en voz baja con tendencia a la invisibilidad.

maxresdefault-1Kurtág también ha puesto música a textos de Beckett y si la salud lo acompaña, terminará su aventura artística componiendo su primera ópera basada en Fin de partida. Algo lógico porque su método compositivo, repleto de abruptas cadencias, sonoridades sinuosas y continuos vaciados musicales, conjuga perfectamente con los intrigantes, complejos, borrosos y absurdos textos del escritor francés. Pues el compositor húngaro refleja tan bien la agonía de la música como la del yo. Los violines de sus obras son, sin ir más lejos, reflejos psíquicos del mal que aqueja a los personajes. Helados soliloquios que no esperan respuesta.

Muchos de los compositores del siglo XX escriben como si el fin del mundo fuera inminente y la destrucción y aniquilación de las voluntades segura. Pero Kurtág es de los pocos que lo hace como si el Apocalipsis ya hubiera ocurrido. Y por ello, su música es más devastadora cuanto más breve. Porque apenas deja escuchar ligeros mensajes de aquello que ocurrirá tras el fin. Entre sombras, muestra escuetas notas que aluden a un mundo que desaparece, se fuga y evade conforme nos estamos familiarizando con sus formas y métodos desesperados, dejándonos exhaustos y secos; como si fuéramos los habitantes de un castillo derruido a quienes, años después de haber sido derrumbado, se les permitiera pasear por sus ruinas no más de unos minutos. Y una vez ya montados en sus carruajes, al mirar atrás, con la intención de despedirse para siempre de ese paisaje tan importante en sus vidas, no alcanzaran a contemplar más que niebla y lluvia. Ecos de humo adentrándose en los muros caídos en medio de un arenal de voces y risas pertenecientes a  un sinfín de dioses muertos. Shalam

إِذَا أَرَادَ اللَّهُ هَلاَكَ النَّمْلَةِ أَنْبَتَ لَهَا جَنَاحَيْنِ

Envejecer es el único medio para vivir mucho tiempo

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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