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Ted bundy

Sep 27, 2021 | 2 Comentarios

A estas alturas, creo que lo que resulta interesante de Ted Bundy no son tanto los crímenes que cometió ni revisar los distintos diagnósticos psicológicos sobre su personalidad sino la fascinación (ahí están los últimos documentales y películas estrenados sobre su vida) que continúa ejerciendo sobre la sociedad norteamericana en particular y Occidente en general. Un hecho que creo que tiene que ver con la consideración sobre la belleza física que los mass-media han instituido durante las últimas décadas.

A nadie, por ejemplo, le extraña, tras contemplar su aspecto y conocer unos cuantos detalles de su biografía, que Henry Lee fuera un asesino. Lo que sorprende de Lee es cómo se las ingenió con la complicidad de la policía para engañar a medio mundo. Pero no sus crímenes. De hecho, es muy fácil ponerse en su lugar. Un despojo humano absolutamente incapacitado para el amor que mata seres humanos como si fueran insectos. No ya tanto por diversión o venganza sino casi como distracción. Un pasatiempo inevitable. Una salida perversa pero lógica a su perturbación.

En cualquier caso, repito, basta con observar el rostro de Lee para entender gran parte de las motivaciones que hubo tras sus cruentos actos (cuya cantidad seguimos sin conocer) y sus mentiras. Lee es el paria que se venga contra la sociedad que lo excluyó. Es el excluido que sublima su vida matando. Un perdedor que se convierte en famoso hundiéndose en el fango hasta en el fondo. Haciendo gala de su derrota.

Obviamente, esto no ocurría con Ted Bundy. Alguien que podía haber protagonizado perfectamente un anuncio publicitario sobre alcohol o tabaco diseñado por Sterling Cooper (la agencia de Mad Men). De cruzarme con él en un bar, hubiera apostado cinco a uno que el primero de todos los allí presentes en irse con una señorita en su coche hubiera sido Ted. El mismísimo diablo.

El rostro y figura de Ted eran apolíneos. Su porte era el de un deportista. Probablemente, le hubiera quedado bien tanto el atuendo de tenista como el de golfista. Puedo imaginarlo, a su vez, ejerciendo de compañero de Steve McQueen en un filme policíaco. Y, por supuesto, que no cuesta en absoluto vislumbrarlo como profesor universitario o abogado. Ok, sí, tal vez Ted no fuera un modelo, pero sí lo suficientemente real y atractivo como para ser un imán irresistible para decenas de mujeres. Mismamente, era inteligente. Nadie entre los que lo conocieron duda que, de haberse aplicado con insistencia, hubiera obtenido grandes logros en el campo de estudio que hubiera escogido. ¡Joder! ¡Si es que hasta su nombre era cool! Ted Bundy (el apellido procede por cierto de su padrastro)  suena a protagonista de canción pop o de western. A título de tema de música surf y de country. Pero, lamentablemente, ese rostro fino y bien formado, que denotaba inteligencia, era el de un psicópata. Alguien incapaz de superar las frustraciones y de empatizar con el prójimo que poseía un sinfín de conflictos internos sin resolver que estallaban recurrentemente contra las mujeres que seducía y asesinaba impunemente.

No voy a profundizar en este avería (ni en ningún otro) en los detalles de su vida que explican en parte (siempre hay algo inexplicable en todo asesino) su comportamiento.

Hay decenas de artículos que inciden en ellos. Son de dominio público. Así que tan sólo aludiré a los más relevantes como el trauma que probablemente sufrió tras conocer que quien decía ser su hermana era, en realidad, su madre (tuvo a Ted con un padre que se desentendió rápidamente del futuro hijo) o que quienes aseguraban ser sus padres eran, en realidad, sus abuelos (a los que su progenitora encargó a su hijo para no tener que cargar con el antaño sambenito de ser madre soltera).

Tampoco me interesa resaltar las palizas cotidianas de su abuelo a su esposa a las que se acostumbró a asistir de niño que obligaron a su madre a separarlo de quienes creía sus padres verdaderos. Aumentando su sentimiento de orfandad y extrañeza así como su vulnerabilidad que escondía tras un semblante frío y servicial. Una afectividad y educación que le sirvieron años después para seducir a sus víctimas y en parte fascinar a media América que no podía creer que alguien a quien muchas señoras hubieran elegido como yerno ideal, fuera un perverso demente. Un monstruo voraz.

Lo que realmente me interesa resaltar es, repito, que la fascinación que Ted provoca tiene mucho que ver con su apuesto físico y su narcisismo. Una pauta en la que continúa el ejemplo de gran parte de los políticos a quienes les basta con vestir un traje impoluto y guardar las apariencias para cometer las mayores maldades. Y de eso dan cuenta sus decenas de asesores de imagen que no dejan nada al azar: desde su manera de gesticular hasta el modo de hablar, enfatizar una palabra o su peinado.

Creo que precisamente es eso lo que obnubila de Bundy. La claridad con la que su vida pone al descubierto las hipócritas artimañas del sistema. Algo que detectaron con claridad, por ejemplo, los directores del Giallo italiano. Quienes solían colocar precisamente a personajes apuestos, con aires de maduro playboy o joven gigoló, en el papel de asesinos. No por casualidad sino como parte de su visceral, rotunda y descarnada crítica a la sociedad de consumo. Un rasgo cinematográfico en el que también solían coincidir con Alfred Hitchcock. Quien unió belleza e inocencia con crimen de una manera magistral a través del personaje de Joseph Cotten en La sombra de una duda.

Ted Bundy es el opuesto tanto de monstruos reales (Henry Lee o Ed Gein) como cinematográficos (por ejemplo, el Jason de Viernes 13 o el Michael Myers de Halloween).

Por influencia de las teorías de Cesare Lombroso, durante muchos años se creyó que los criminales debían tener algún rasgo físico malforme: una cicatriz, una lesión cerebral, una asimetría craneal. Algo en definitiva que los identificara como seres heridos, diferentes, repudiables. En parte, el género de terror llenó de monstruos nuestras pantallas, refrendando (consciente o inconscientemente) esas teorías. El caso de Bundy, obviamente, no fue el primero en contradecirlas. Pero, de una manera u otra, su éxito mediático las desterró para siempre. De repente, el ciudadano medio tomaba conciencia de que si Ted era un frío asesino también podían serlo (o haberlo sido) un presidente tan atractivo como J.F.Kennedy, actores de ensoñador aspecto, músicos de rostro apolíneo aclamados por entonar canciones primaverales u otoñales o el educado vendedor de seguros o libros que llamaba a su puerta diariamente. ¡Cualquiera independientemente de su aspecto físico o recursos económicos!

El sueño americano definitivamente también generaba pesadillas. Malformaciones, crisis, desigualdad y monstruos: Vietnam, Guerra fría, manipulación o racismo. Pero -y aquí creo que radica lo importante y reseñable de este caso- esta desilusión momentánea no iba a hacer que la mayoría de ciudadanos dejara de creer en las bases en esa quimera.

De hecho, no tengo dudas, por ejemplo, de que, si Ted volviera del infierno donde probablemente se halle, decenas de muchachas jóvenes le entregarían sus cuerpos y vidas inmediatamente. Un impulso tanático que entiendo que refleja muy bien el funcionamiento del capitalismo mórbido. El negocio que se realiza constantemente con millones de ciudadanos acostumbrados a consumir basura envuelta en un recipiente de lujo. Esa costumbre (casi manía) psicótica de la publicidad de vendernos boñigas de mugre como si fueran diamantes. Ese erotismo enfermizo basado en la dictadura de la imagen cuyas bases, en vez de contribuir a la unión de las almas, las empujan a la destrucción. Shalam

أعمالنا الصالحة والسيئة تطاردنا مثل الظل

Nuestras buenas y malas acciones nos persiguen como una sombra

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:….un cerebro frankenstein…….
    2ºimagen:…..otro cerebro frankenstein………
    3ºimagen:…..estoy comodo yendo de «sobrao» ………..
    4ºimagen:…..y ahora que?………..
    5ºimagen:…..orson welles………
    PD: https://www.youtube.com/watch?v=oRjXFuRdbLk…..helter skelter-live-2004-glastonbury…no more land mines…….

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Casting para actuar como compañero de Redford en un western. 2) Monstruo come canarios. 3) Todos los hombres del presidente. 4) John Mcenroe en un juicio por mal comportamiento en las pistas. 5) Anuncio clase media-happy people post-segunda guerra mundial. PD: Vaya. ¡En Glanstonbury en el 2004! Prueba de que no hay mejor vanguardia que el clasicismo.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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