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Comediantes

Oct 28, 2020 | 2 Comentarios

Ignoro cuál será el actual estado de salud de Els Comediants. Supongo que la pandemia estará siendo especialmente virulenta con ellos y que se habrán visto obligados a cancelar decenas de funciones. Lo que sí recuerdo especialmente fue mi primer encuentro con la Compañía en la plaza del Teatro Romea de Murcia. Aunque la fecha concreta la desconozco. Tal vez septiembre de 1994. Tampoco sé el motivo por el que se encontraban allí. Si porque se conmemoraba algún acto, se celebraba la llegada de otoño o se inauguraba algún monumento o edificio. Pero el jaleo que armaron fue descomunal. Unos demonios nos recibieron con sus gritos y danzas sobre un atril y, sin darnos respiro, mientras unas cuantas antorchas se encendían en los ventanales del teatro, varios saltimbanquis se subían por sus paredes y fuegos artificiales se elevaban por los aires, los asistentes saltábamos animados por elfos que parecían salidos directamente de antiguas poblaciones medievales y el ritmo de ancestrales tambores. La alegría que se respiraba en aquel acto era inmensa. De repente, todas nuestras barreras mentales habían saltado por los aires y gritábamos junto a desconocidos como si del fondo de la tierra se hubiera abierto una grieta por la que emergían auténticos diablos, genios libidinosos que invitaban al disfrute de la vida, al desenfreno dionisíaco y glorificaban el caos y la locura. Esos componentes barrocos y nocturnos de la tradición occidental que hemos ido perdiendo a medida que la vida en las ciudades nos hacía más solitarios e individualistas e internet transformaba las plazas y casas en islas tecnológicas.

Digo esto último porque, a día de hoy,  parece casi ciencia ficción la manera en la que Els Comediants fueron capaces de poner patas arriba a una multitud que, durante varios minutos, se olvidó completamente de sí misma y se dedicó a gritar y saltar unida; a fusionarse con la noche y el fuego, celebrando a las ignotas fuerzas del cosmos. Esas que si no dejamos que surjan a través de rituales y con la espontaneidad debida terminan por emerger en formas mucho más dañinas como la depresión, la cólera o la psicosis; contribuyendo decisivamente a engrosar las tropas del ejército de psicokillers moderno.

En fin. Tanto me impresionó aquella anárquica fiesta que, años después, (2009), tras leer en el periódico que la compañía necesitaba el apoyo de varias personas para el desfile callejero que habían preparado con el objetivo de conmemorar el 40 aniversario del festival de San Javier, no dudé en llamar y apuntarme. Tras aquel fascinante primer encuentro, había seguido de lejos la pista a Els Comediants. Tan sólo había acudido a contemplar su sutil versión de El libro de las bestias y había revisado las imágenes de su participación en la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Pero no veía motivo por el que no unirme a la Compañía durante unos días. Así que allá fui.

Lo primero que me sorprendió fue la naturalidad con la que fui recibido. Jaume Bernardet cuenta que cuando se unió a Comediants, tan sólo necesitó acudir a Valencia (donde iban a realizar unas funciones) para que le asignaran un rol y convertirse inmediatamente en un miembro más del recién nacido grupo. Eran otros tiempos. En los años 70, predominaba el espíritu amateur y anárquico; la valentía y el riesgo. Els Comediants era una aventura que intentaba transformar el teatro en fiesta, conducirlo a la calle y recuperar el aliento lúdico y bufonesco que tuvo en otros siglos y que tan bien retrató, por ejemplo, Ingmar Bergman en algunos de sus filmes.

Obviamente, en el siglo XXI se habían convertido una empresa profesional obligada a tener los papeles en regla. Pero pude constatar que el espíritu no se había perdido. Los días que estuve allí nunca me sentí al margen. Todos teníamos lógicamente nuestros problemas pero compartíamos comida y experiencias de buen ánimo. Así que, a pesar de mis escasos dotes teatrales, la experiencia fue muy fructífera. A mí me tocó hacer de calavera viviente. Y, debido a la libertad que nos dieron, me divertí muchísimo subiéndome a cristaleras de tiendas, caminando como araña, persiguiendo a muchachas que gritaban asustadas y desfilando junto a trapecistas, malabares, saltimbanquis, payasos y elfos. Formando parte en definitiva de una auténtica cabalgata surreal y ancestral.

Cuando, tras el pasacalles, en medio de la plaza del ayuntamiento de San Javier se elevaron fuegos pirotécnicos, no pude evitar emocionarme pensando en aquella fastuosa noche en la que conocí a la Compañía. Ahora era yo quien ayudaba a que la gente perdiera la cabeza y entrara en éxtasis. Y, por supuesto, sabía perfectamente en qué lugar se iba a encender una antorcha o desde dónde iban a surgir papelitos parecidos a polvo de estrellas descompuestas.

A día de hoy, sin embargo, en medio de una pandemia y en pleno apogeo del teléfono móvil, miro atrás con extrañeza este tipo de experiencias. Ante todo, porque las masas ya no rugen ni en las plazas ni en ágoras públicas sino en facebook y twitter y, por lo general, no lo hacen de alegría o con una intención trascendente. Lo hacen de rabia e impotencia. Nadie de hecho parece festejar algo diferente que el hundimiento de nuestra sociedad. Y creo que lo que pretendían Els Comediants era justo lo contrario: convocar fuerzas telúricas, las sagradas potencias naturales, para provocar un Renacimiento. Una catarsis emocional a través del fuego, los saltos y los gritos que nos pusiera en contacto con la vida: la primavera; el invierno caliente; el júbilo vital. El cuerpo de Rabelais y el sacro y negro perfume del carnaval. Shalam

الشجاعة هي نتاج الحكمة

El valor es hijo de la prudencia.

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:…..la sustituyo por una tea (recien sacada de la hoguera) que con el viento produce chispas, eso de noche……….de dia es un gran trozo de carbon vertical…..jajajj
    2ºimagen:…..los personajes humanos y el animal fantastico desaparecen quedando solo el habitaculo….es un gran volumen………………………………
    3ºimagen:….san juan marrajo echando fuego por la boca……
    4ºimagen:……stalin (moscu) repartiendo dinero…..(j.nicholson) tambien……

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    • Mercader

      Me río mucho con lo del San Juan Marro y Stalin y Nicholson repartiendo dinero. La imagen de Nicholson es delirante y eficaz. Las imágenes de arriba me remiten a los tiempos primitivos. La caverna.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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