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Abr 26, 2017 | 0 Comentarios

Dentro de unas horas presentaré el libro Bruja en la Facultad de Comunicación (UV) del puerto de Veracruz y desearía dejar a continuación un breve texto que he realizado para este acto.

Ahí va:

Bruja es probablemente el libro mas difícil que he escrito y que escriba. Lo prometo. Una novela que recrea mundos decadentes y angostos llena de largas, agotadoras descripciones que, en cierto modo, no son frases sino jirones del cuerpo de una hechicera.  De hecho, lo que pretendí con ella fue más crear un ambiente, una sinfonía espectral que un relato convencional. Penetrar en la oscuridad del mundo actual a través de una fantasiosa narración situada en un tiempo indefinido, a mitad de camino de la eternidad.

Bruja forma parte de una trilogía onírica. Una trilogía totalmente experimental en la que me permito todo tipo de licencias poéticas y juego con decenas de límites para llevar al lector a un mundo de sueños que, en cierto modo, es reflejo de la realidad. A través de visiones, símbolos, palabras evocadoras, referencias a decenas de obras culturales, trato de formar una tela de araña que nos permita visualizar las raíces y orígenes del capitalismo y la nación norteamericana. Y conocer cómo en cierto modo se fragua la literatura de terror.

Bruja es un libro muy complejo. Soy consciente de que es casi un milagro que se haya publicado y, de no ser por la valentía y el riesgo de la editorial Balduque, este delirio jamás habría visto la luz. Pues es una mezcla imposible entre la estética de la crueldad y los relatos infantiles.

En Bruja aparecerán personajes como Luis II de Baviera, Lewis Carrol, Hansel y Gretel, Alice Cooper y Bob Dylan en medio de un numinoso decorado que homenajea tanto a la novela gótica como a los relatos de H. P. Lovecraft y explora el lado perverso, oscuro y femenino del mundo. ¡Cuidado! No quiero decir que en Bruja, la mujer sea expuesta o vista como un ser de las tinieblas. Obviamente, algo de eso hay porque me ocupo del arquetipo de la bruja hasta las últimas consecuencias. Quiero más bien sugerir que la novela es una invitación a penetrar en el lado lunar del mundo. En su aspecto astral. En un palacio hechizado semejante a las universidades contemporáneas y el perverso mundo de la publicidad.

De hecho, en gran medida Bruja es una sutil exploración del arquetipo de la mujer dominatrix y la sumisa. De por qué el mundo se ha llenado de mujeres víctimas o dominantes y, entre medias, tanto hombres como mujeres nos hemos olvidado de amarnos fraternalmente.

Quiero avisar, eso sí, a los lectores desprevenidos de dos aspectos. Bruja es el lado femenino de esta experimental trilogía. Y por ello, se encuentra llena de descripciones y su ritmo, al menos al principio, es muy, muy lento. ¿Por qué? Porque me planteé Bruja como una auténtica obra de arte. La escribí como si estuviera pintando un lienzo simbolista o estuviera componiendo una especie de sinfonía barroca llena de sutilezas. Arriesgándome a no ser comprendido por los lectores actuales.

Por ejemplo, sus primeras 70 páginas no sólo son un acceso al castillo. Son como un lento viaje del lector por un útero. El acceso al vientre de una mujer que es todas las brujas que fueron y serán y gobierna con mano dura un palacio que se desdobla continuamente, como las diferentes partes de una narración que viene y va. Se desarrolla -y he aquí la segunda gran dificultad de este texto- como si estuviéramos dentro de un sueño.

De hecho, creo que ningún lector podrá disfrutar del libro si no le dedica alta concentración, lo relee en parte y, sobre todo, se plantea adentrarse en la novela como la haría al soñar. Pues, constantemente, aparecen en medio de sus páginas, personajes en fuga que desaparecen para volver a aparecer cuando menos esperamos, componiendo una especie de telúrico fractal. Una pesadilla llena de imágenes desdobladas en medio de una laberinto cuyos pasadizos se encuentran repletos de mujeres altivas, orgullosas, viciosas, jóvenes y viejas.

Finalmente, me gustaría mencionar dos últimas dificultades (que bien podrían ser estímulos) para los lectores de Bruja.

En primer lugar, el hecho de que, durante su desarrollo, existan determinados guiños cómplices a Martillo. Y en segundo lugar, el hecho de que cite el argumento de varias novelas y cuentos pero me permita modificarlo, falsearlo a mi antojo.

Por ejemplo, Bruja no sólo es un homenaje a la Letra escarlata sino que se desarrolla en medio de los acontecimientos que dieron lugar a la extraordinaria novela de Nathaniel Hawthorne. Pero la mitad de lo que cuento en mi libro sobre ella es inventado. Totalmente imaginario. Algo que si bien pudiera confundir al lector primerizo, en realidad, es un recurso muy importante para mí. Realmente, casi esencial para construir ese mundo simbólico, fuera del tiempo, especie de purgatorio infernal retratado en Bruja.

Un texto en el que he intentado describir uno de los muchos nacimientos del diablo y el origen de esta fastidiosa época de plástico que vivimos. Y en el que, mejor o peor, he querido continuar experimentado -como así lo hice en Martillo– con los límites de la literatura con el objetivo de intentar estirarlos y transformar la lectura de Bruja en un desafío. Una aventura mística que nos muestre, de una manera simbólica, el desarrollo actual del poder femenino en el mundo. Shalam

إِذَا أَرَادَ اللَّهُ هَلاَكَ النَّمْلَةِ أَنْبَتَ لَهَا جَنَاحَيْنِ

Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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