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Alien: Covenant

Jun 13, 2017 | 0 Comentarios

Tanto Alien: Covenant como Prometheus son películas eclipsadas por una obra maestra absoluta: Alien el octavo pasajero. Pero esto no significa que no tengan buenos momentos. El problema, a mi entender, radica en que si el primer Alien podía figurar perfectamente en una antología de las mejores películas de la historia, sus dos precuelas (a pesar de su elevado presupuesto) sólo podrían aparecer en un puesto alto en un ranking dedicado a la serie B. Lo que no les resta su interés. A mí, de hecho, me gustan mucho. Aunque entiendo que su lugar no está en las cimas del séptimo arte sino en un segundo nivel. En el de las películas llenas de ideas brillantes, momentos excitantes pero que no terminan de cuajar del todo. Se dispersan demasiado por no saber combinar equilibradamente comercialidad con independencia creativa.

Seré sincero. Creo que de no existir aquel lejano Alien, aun reconociendo sus innumerables errores y defectos, esta saga sería una de las más atractivas del cine actual. Al menos para mí. Ante todo, porque no tendría un referente tan magno con el que compararla y por tanto, podría disfrutarla como una especie de divertimento lleno de ideas más o menos trascendentes que en ocasiones, funciona y otras no, sin demasiadas expectativas.

Ciertamente, uno de los grandes problemas de la saga actualmente radica en que Ridley Scott se encuentra sometido a una gran presión, se percibe (no hay más que ver sus contradictorias entrevistas llenas de datos e ideas interesantes) que está en lucha constante consigo mismo y en ocasiones, fuerza y retuerce la trascendencia cuando no es necesario; en otras, se ve obligado a hacer guiños constantes (y facilones) a los antiguos aliens que no aportan ya nada a estos nuevos films; y es fácil deducir que, debido al enorme presupuesto manejado, toma decisiones no tanto en función de la propia historia sino de lo que piensa que el público espera de su historia. Por lo que no termina de ahondar en esos vértices y abismos, gajos y agujeros negros que, como si fueran esporas o ariscas medusas, de tanto en tanto se abren en ambas películas. Sacrificando sus verdaderas inquietudes por la espectacularidad. La trascendencia por la comercialidad.

El problema de Alien: Covenant no radica en la cuestión de la verosimilitud (al fin y al cabo, si tuviéramos que regirnos por este criterio no existiría la ciencia ficción como género) sino en que casi todo lo visto en la pantalla suena a deja vu. Pero indudablemente, Ridley Scott tiene un talento visual enorme y es capaz de crear atmósferas tan sugestivas que es inevitable no sentirse fascinado en muchos momentos por su film. Puede, por ejemplo, que la matanza de los «Ingenieros» esté mal explicada y no parezca convincente pero cinematográficamente, la escena funciona. Provoca todo tipo de emociones y, sobre todo, deseos de saber más sobre los creadores del ser humano.

Pienso, en verdad, que si la película hubiera avanzado por el inmenso hueco abierto por la presencia de esa misteriosa raza, puede que hubiera recaudado unos cuantos cientos miles de dolares menos pero probablemente, habría abierto nuevas fosas filosóficas, abismos estéticos y fracturas antropológicas que hubieran justificado por sí mismas las precuelas. Porque, a estas alturas, los carriles que conducen a los xenomorfos son sumamente previsibles y parecen agotados por más que la presencia de estos monstruosos seres continúe provocando angustia y cierto desasosiego. De hecho, creo que la (por momentos pretenciosa, por momentos seductora) historia del androide interpretado doblemente por Michael Fassbender y su rebelión contra su creador cobraría su total sentido en relación con la de los «Ingenieros» cuya presencia en pantalla por unos minutos justifica el precio de la entrada, así como la inquietante, excelsa banda sonora de Jed Kurzel y el indiscutible (y ya mencionado) talento visual de Scott.

Ciertamente, Alien: Covenant es varias películas en una. Es una nueva e interesante (y a veces fallida) interpretación y revisión del Frankestein de Mary Shelley. Es una obra posmoderna llena de referentes, citas y clichés entre los que puede mencionarse, por ejemplo, el Watchmen de Alan Moore. Es una interesantísima amalgama visual que en sus momentos más logrados remite a la ciencia ficción europea. Una auténtica delicatessen llena de rarezas y subterfugios artísticos sutiles y de alto impacto. Es un refrito sin demasiada consistencia y muy previsible de los antiguos aliens que, de tan visto, ya ni asusta ni provoca terror alguno. Y es también (como demuestra el final) una perversa y cruel historia narrada con cierto desorden y confusión que no puede, a pesar de todo, fulminar el enorme interés que despierta el duelo entre humanos, androides, xenomorfos e ingenieros en un oclusivo, lejano espacio y, sobre todo, el deseo de saber más. Tener más respuestas que completen el puzzle de una obra de la que, a estas alturas, ya no sabemos si Ridley Scott (a imagen y semejanza de los personajes de su film) es amo o esclavo. Shalam

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A una colectividad se la engaña siempre mejor que a un hombre

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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