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Llorando en el club Silencio: Mulholland Drive.

Sep 21, 2013 | 0 Comentarios

Hace unas semanas, colgué en averíadepollos una charla sobre la visión de los hispanos en Norteamérica que leeré a mitad de octubre en Siracusa. Finalmente, decidí concluirla con un reivindicativo y famoso tema de Los Tigres del Norte. Pero durante varias horas estuve pensando si no sería mejor finalizarla con una proyección de la soberana interpretación del clásico «Crying» llevada a cabo por Rebekah del Rio en Mulholland drive. Y si no lo hice fue porque las referencias al tema hispano-norteamericano estaban, en este caso, más en mi cerebro que en la realidad. Eran más subjetivas que reales. Y no tenía ningún asidero al que agarrarme para defender mis posturas frente a un auditorio que podría cuestionar mi tesis sin problema alguno.

En cualquier caso, como ahora nos encontramos en un blog -un espacio eminementemente creativo donde todo tipo de hipótesis son bienvenidas- pues voy a terminar de desarrollar lo que no me pareció conveniente realizar en un lugar mucho más hermético como la Universidad.

En realidad, era algo muy sencillo. Y puede que hubiera funcionado. Lo que pretendía era contraponer la voz y la imagen de la sensual interpretación, plena de emotividad y corazón de Rebekah del Rio (símbolo de lo latino/mexicano) en el club Silencio con la actitud sibilina de las protagonistas del film de Lynch (Norteamérica) que contemplan su actuación.

Mulholland drive es una historia llena de engaños e hipocresía. Es un retrato de la perfidia. Las actrices principales rivalizan por un papel, llegando a urdir asesinatos o al menos a imaginarlos para conseguir sus metas, mostrando una actitud competitiva, feroz, que termina por desestructurarlas. Es decir; son la imagen perfecta de la pesadilla en que ha devenido el sueño americano en su versión más extrema y capitalista. Lo que provoca que, en un momento determinado, ni ellas ni nosotros podamos conectar con sus sentimientos debido a los constantes artificios que entretejen para evadir sus responsabilidades, conseguir sus objetivos y ocultar su verdadero ser.  Y frente a ellas, en el club Silencio, aparece una mujer no excesivamente guapa, con ningún rasgo que la destaque -a no ser su maquillaje peculiar-, y que hace gala de su sencillez en todo momento. De hecho, si no fuera por su llamativo collar rojo (el color del corazón), incluso podríamos confundirla con una prostituta de caché medio. Y lo más increíble es que esta persona que además aparece sin banda acompañante, canta con tal pasión la canción, con tanto amor y sensibilidad que derrite el rígido corazón de las protagonistas. Quienes comienzan llorar al encontrarse de frente con un ejemplo de simplicidad que las conecta con la verdadera raíz de la vida: el amor.

En este caso, lo que yo pretendía era indicar a mi auditorio que teniendo en cuenta que el lugar, L.A., donde se desarrolla la película, fue tan sólo siglo y medio atrás un territorio mexicano así como el inmenso estoicismo demostrado por los mexicanos que pueblan USA actualmente, me parecía posible e interesante interpretar algunas de las frases de la canción -sobre todo, ese recurrente y hermoso «llorando por tu amor»- como un grito a través del cual los latinos solicitaban a los anglosajones que les concedieran el estatuto que merecen como seres humanos. Utilizando para ello las armas que mejor manejan: el corazón, la sensibilidad, el sentimiento y la pasión.

Y es de esta forma que pretendía cerrar mi charla. Con la voz de la mágica Rebbekah elevándose por los aires reivindicando sentimentalmente a esos hermanos hispanos que únicamente desean ganarse la vida honradamente y les bastaría el amor, la aceptación, una sonrisa sincera de los norteamericanos para sentirse justificados y plenos. Un razonamiento que, por otra parte, se me rompía a medida que la canción continuaba y se comprobaba que la letra hacía -como todos sabemos- referencia a una relación amorosa entre una pareja.

En cualquier caso, no se me podrá negar que -más allá de la película que entiendo que pueda tener sus detractores- esta escena es delirante y majestuosa.Y deberíamos verla al menos una vez cada año para entender o recordar de dónde surge la fuerza de la vida. Evitar cualquier depresión. Y afrontar la existencia con valentía y arrojo. Por lo que la tentación de ponerla ante un auditorio era muy grande.

De todas formas, creo que la opción que tomé fue la adecuada. Y estoy convencido de que la canción de Los Tigres del Norte conseguirá el efecto deseado y tal vez alguien entre el público tome conciencia de una situación -la de los hispanos en Norteamérica- que está necesitada de miradas y visiones que consigan terminar de darle la importancia que tiene y ponerla en el lugar que merece.

Por cierto que antes de terminar este avería, me gustaría sugerir al lector que hiciera un experimento. Poner en tres o más reproductores distintos la canción y escuchar todos ellos al unísono. Algo que yo he realizado mientras escribía este texto y ha conseguido transportarme a otro lugar mucho más sutil y evanescente que el habitual en que vivo. Un hecho que, sin dudas, me parece realmente deseable cuando se trata de referirse a cualquiera de las creaciones de David Lynch. Ese genio indescriptible. Shalam

عِنْد الشدائِد يُعْرف الإخْوان

 La lengua del justo está detrás del corazón, más la del necio va siempre delante, suelta y dicharachera

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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