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Dreadstar (2)

Jun 3, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación el segundo avería dedicado a Dreadstar; el cómic de Jim Starlin. El cual recomiendo leer escuchando un tema compuesto por Steven Price para la banda sonora de Gravity: «The Void».

Dreadstar (2)

En Dreadstar no nos encontramos en los tiempos en los que los orsirosianos se enfrentaban a los zygoteanos. Aquí la guerra se lleva a cabo entre dos potencias imperialistas: la Monarquía y la Iglesia de la Instrumentalidad. Vanth Dreadstar y los suyos intentarán reestablecer la armonía en el Universo. No apoyan a ninguno de los bandos. Van por libre. Son, por así decirlo, anárquistas cósmicos que buscan la Concordia absoluta. Así que casi siempre se encuentran en situación de inferioridad numérica con sus enemigos. Algo que suplen por su astucia, valentía, el inmenso poder de la espada de Dreadstar o los hechizos mágicos de Warlock.

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Creo que la calidad de Dreadstar era superior a la de otras colecciones del mercado porque salía bimensualmente. Starlin podía tomarse un tiempo prudencial para pensar en los siguientes capítulos, aclarar tramas, concebir serenamente ingeniosos argumentos y mejorar sus propias fallas como dibujante. Su trabajo no estaba tan constreñido a las reglas del mercado como el de otros. Era más personal. Y, sobre todo, maś meditado.

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Existe un enorme salto artístico entre La Odisea de la Metamorfosis y Dreadstar. La primera obra era una devastadora novela gráfica de tintes metafísicos y la segunda una entretenida Space opera que, en ciertos momentos, recordaba a Robin Hood. La primera quería trascender y la segunda divertir. Pero paradójicamente funciona mucho mejor la segunda. Es mucho más clara y convincente.

Cuando se ocupó de Dreadstar, Starlin tenía ya mucha experiencia con superhéroes. Por mucho que sus ambiciones le hubieran conducido a intentar dar un salto al vacío de las dimensiones de La odisea, su hábitat natural era el comic book. Starlin era un maestro en imprimir seriedad en ámbitos aparentemente frívolos o superficiales. Y eso fue lo que consiguió, desde el primer momento, en Dreadstar. Un cómic lleno de acción, peleas, batallas y viajes espaciales al que sin embargo logró dotar de un empaque dramático que lo hacía irresistible. Sobre todo, porque sin descuidar la trama galáctica, se tomaba el tiempo necesario para profundizar en la biografía y psique de sus personajes. Logrando que empatizáramos con el grupo de anarquistas cósmicos comandado por Dreadstar casi más por la historia personal de cada uno de ellos que por las heroicas acciones que realizaban.

Creo, de hecho, que lo logrado en los primeros números por Starlin en Dreadstar no está tan lejos de lo conseguido por John Byrne en Los cuatro fantásticos o Alpha Flight. Ir profundizando en la personalidad de cada uno de los personajes, haciéndonoslos familiares más por sus vivencias cotidianas que por la acción. Logrando así que en los momentos de peligro nos sintiéramos concernidos por su destino y entendiéramos mejor su modo de actuar.

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Como acabo de decir, sin dejar de lado la acción, Starlin se ocupaba pacientecemente de contarnos la historia de la mayoría de personajes importantes de Dreadstar. Lo que daba lugar a algunos de los momentos más excitantes de la historia. De hecho, a veces destacan más estos episodios que los consagrados a grandes batallas. Era realmente impactante aquel capítulo en el que el mago Darlock penetraba en la mente de la telépata ciega Willow y descubría el origen de sus traumas: la violación sufrida de niña por su padre.

Todos los apuntes biográficos que Starlin daba sobre caracteres tan entrañables como el hombre-gato Oedi o el luchador Skeevo Phlatus generaban un enorme interés. Nos hacían comprender mejor el comportamiento y personalidad de esos héroes o la naturaleza de su lucha. Permitiéndonos vislumbrar el ser humano que se escondía tras el héroe.

Mención aparte merece por cierto el capítulo que Starlin consagró al alto Señor Papal. Uno de esos villanos aparentemente invencibles (que a mí al menos me parecía una mezcla entre Kingpin y Darth Vader) cuya infancia había sido durísima. Un niño vejado y humillado que, con el tiempo, había acabado convirtiéndose en alguien poderoso e implacable. Conocedor de los límites infranqueables del poder y la importancia de ser temido para gobernar.

En cualquier caso, si hay un capítulo que amo es el 4; aquel en el que Vanth Dreadstar y su grupo se encargan de proteger al rey Grezgor de un atentado perpetrado por el Alto Señor Papal. Ese capítulo parece, por momentos, shakesperiano. Está lleno de ritmo, engaños, sorpresas. Creo que tiene el temple de algunas de las mejores escenas del cine de acción y suspense de Brian de Palma. También, por supuesto, del de Alfred Hitchcock. Casi que podemos escuchar música clásica mientras lo leemos.

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Justo antes de Dreadstar, Starlin había llegado al Olimpo del cómic gracias a La muerte del capitán Marvel. Era conocido, por tanto, por ser capaz de llevar a cabo lo imposible: matar a un superhéroe. Starlin sabía que los lectores lo reconocían por este último hito y se aprovechó de su fama para crear una incontenible tensión durante varios de los capítulos más logrados de Dreadstar en los que llevaba a los personajes al límite.

Todos sabíamos que al autor norteamericano no le temblaba el pulso si se trataba de fulminar a un protagonista. Consciente de ello, fue desarmando a Vanth Dreadstar y los suyos. Los fue abocando a situaciones cada vez más difíciles. Incluso por momentos hizo desaparecer al hombre-gato. Lo que hizo ganar muchos puntos a la colección. Porque en otras series, el interés radicaba en comprobar cómo los héroes vencían a sus adversarios y sorteaban las dificultades. En Dreadstar también ocurría esto, pero en mucho menor grado porque Starlin se encontraba al mando. Una garantía de que cualquiera de los héroes podía morir en cualquier momento. Lo que generaba un sentimiento de incertidumbre y tensión, casi de realismo, que iba en beneficio de la obra.

De hecho, Dreadstar no era una serie donde los personajes estuvieran cómodos mucho tiempo. Al contrario, eran testigos de la caída de mundos, estaban en constante proceso de huida y, finalmente, eran debilitados y derrotados por el Alto Señor Papal en unos episodios llenos de vigor e interés. Incluso se llegaba a desarrollar una subtrama centrada en la traición de uno de los entrañables héroes que dotaba de sospechas y carácter maquiavélico a la colección.

Starlin, sí, era un autor que disfrutaba llevando a sus personajes a situaciones límite. Haciéndoles sufrir. Le gustaba experimentar con sus debilidades tanto como con sus fortalezas. Tal vez fuera precisamente este detalle el que contribuyera a dotar de un tono adulto y trágico a Dreadstar. Además, claro, de las muy logradas escenas de acción y el ya mencionado análisis de la vida de sus héroes. Héroes poderosos, sí, pero también frágiles. La mezcla perfecta entre Ulises y Aquiles. Un jedi, un caballero medieval y Robin Hood.

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En Dreadstar no sólo hay luces. También hay sombras y no son pocas. Creo, por ejemplo, que hasta la derrota sufrida por Vanth Dreadstar ante el Alto Señor Papal la colección crece continuamente. Pero que la recuperación del héroe resulta demasiado forzada y precipitada. Más teniendo en cuenta que se encuentra totalmente convaleciente. Casi moribundo. También pienso que la victoria de la Iglesia de la Instrumentalidad sobre la Monarquía se despacha con demasiada rapidez. De todas formas, aún así, el cómic funcionaba bastante bien. No obstante, lo que vino después de la última y definitiva batalla entre Vanth y el Señor Papal fue mucho menos interesante.

En 1986 Dreadstar se dejó de publicar en Epic y pasó a editarse en el sello First Comics y todo saltó por los aires. La colección se convirtió en otra cosa. Una publicación sin demasiado interés que despachó con inusitada rapidez temas tan trascendentes como la caída de la Iglesia de la Instrumentalidad, al tiempo que transformaba totalmente el mundo alrededor de los héroes. En cualquier caso, la caída sólo estaba comenzando. A los pocos números, Starlin se fue de la colección dejando el testigo a Peter David y, en ese mismo momento, el espíritu original de Dreadstar murió para siempre. La colección se transformó en un galimatías sin sentido totalmente prescindible que recordaba a las idas de olla más absurdas de Grant Morrison, a las últimas temporadas de Lost o a las secuelas de El eternauta, y nada volvió a ser igual.

De todas formas, ninguna de esas locas y descontroladas aventuras publicadas en First Comics podrían borrar jamás el delicioso espíritu de aquellos 20 o 25 primeros números de una colección que dignificaba la space opera. Convertiéndola en un divertimento adulto sumamente disfrutable tanto para lectores de Shakespeare como para fanáticos de Star Wars. Shalam

الكذب هو شكل من أشكال الموهبة

La mentira es una forma de talento

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…..billy the kid…..
    2ºimagen….el gato garfield con la cantante de carpenters….sonrisa…
    3ºimagen…..en el espacio suceden estas batallas………..
    4ºimagen…..foto de familia numerosa…….
    5ºimagen….mason con alzacuellos……agua de litines + aqui huele a azufre…….
    6ºimagen….fauna metalica ataca en circulo a la familia numerosa……..
    PD….https://www.youtube.com/watch?v=ZEi83f_CEqM….bob dylan…billy1…

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    • Alejandro Hermosilla

      1) El anciano jedi está de regreso. La resistencia contraataca. 2) Escorzo futurista. Alguien imitando a Lynchenstein en el siglo XX se inspirará en esta escena para su lienzo. Bocadillo en viñetas. 3) Poster típico de filme de ciencia ficción de serie B de los 80. Gattaca. 4) Chulos de colegio. Pandilleros. 5) Supervillano japonés de esos que convierten la llama en la mano en un volcán de luz que arrasa con todo. 6) Me recuerda a la sala de entrenamiento de la Patrulla X en aquella casa construida por el Profesor Xavier. PD: temazo increíble de Bob Dylan. Esa película especial. Árida. Tan árida que recuerda al Oeste verdadero.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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