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El lugar del pecado

Sep 27, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado al Sin city de Frank Miller. El cual recomiendo leer escuchando un tema de Graeme Revell que aparece en la banda sonora de la adaptación fílmica del cómic del autor norteamericano realizada por Robert Rodriguez: «The hard goodbye».

El lugar del pecado

Sin city es una locura. Una obra tan divertida como sucia y corrosiva. Frank Miller logró con ella llevar el género negro a sus últimos límites y dimensiones.

Como es bien sabido, el autor norteamericano creció leyendo las novelas de Raymond Chandler y demás clásicos autores de novela negra. En todos sus cómics anteriores, la influencia de todos ellos era importantísima. Batman: año uno era, por ejemplo, casi más un cómic noir que de superhéroes. No obstante, a pesar de sus talentosas contribuciones, a finales de los 80, Miller no había encontrado una manera de desarrollar totalmente historias con las que pagar su deuda con un género que amaba. Obviamente, ni la Marvel ni la DC eran el lugar adecuado para poder hacerlo. Miller necesitaba apartarse del mundo de los héroes enmascarados y encontrar una editorial que apostase por su creatividad y le diera suficiente libertad.

A este respecto, Dark Horse, un joven sello independiente fundado en 1986, con ganas de apostar por proyectos novedosos y rompedores, que además respetaba los derechos de los autores sobre sus obras,  fue el idóneo para ello. Miller se puso manos a la obra y de allí nació Sin city. Una obra poliédrica y llena de violencia que, en su momento, causó conmoción y, con el tiempo, a medida que Miller cayó en el manierismo creativo, provocó cierto hartazón. En cualquier caso, el nivel de la mayoría de sus historias era bastante elevado. Y aunque, por inercia, tan sólo se suelen destacar las dos o tres primeras que Miller escribió, (El duro adiós, Mataría por ella o La gran masacre) creo que para terminar de percibir lo que el autor norteamericano quiso hacer, es necesario leer el conjunto de las mismas.

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En Sin city, Frank Miller condujo al máximo su nihilismo. En este sentido, no es una obra como Born Again en la que desarrolle un proceso de redención crístico ni heroico como en El regreso del señor de la noche. Sin city no es un drama existencialista. Aquí prácticamente todo se basa en el vicio, la supervivencia, el dinero y el poder. Acá no hay demasiadas lecciones morales que aprender porque prácticamente todo está podrido.

Hay una frase que aparece en Ese cobarde bastardo que define perfectamente la corrupción reinante en Basin City (la ciudad donde transcurren todas las historias de Sin city) que se corresponde con la de la New York de Daredevil y la de la Gotham de Batman. La pronuncia el senador Roark y dice lo siguiente: «El poder no reside en un placa o una pistola. El poder consiste en mentir, y mentir a lo grande, y conseguir que todo el maldito mundo esté de acuerdo contigo. Una vez están de acuerdo con lo que en el fondo saben que no es verdad, los tienes atrapados. Eres su jefe. Puedes darle la vuelta a sus ideas, y te aplaudirán. Puedes convertir en un santo a un chalado como mi todopoderoso hermano. Puedes matar a tu mujer como yo, golpeándola con un bate de béisbol, incluso dejando tus huellas en él, y una docena de testigos jurará sobre un montón de biblias que estabas a mil kilómetros de distancia».

Creo que no es necesario añadir más para vislumbrar el terreno en el que nos movemos.

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De todas formas, sí que existen varios personajes que son capaces de darse un poco de cariño en medio del tremendo lodazal descrito por Miller y que, precisamente, puesto que son conscientes y se encuentran asqueados de la inmensa corrupción existente, están dispuestos a morir por amor. Uno de ellos, por ejemplo, es el inspector John Hartigan. Quien será capaz de pasar un calvario para salvar a una joven adolescente, Nancy, de las garras de un pederasta y asesino perteneciente a la familia más influyente de la ciudad y, finalmente, incluso se suicidará en lo que supone un inmenso acto de amor hacia su protegida. También por supuesto es inevitable mencionar al matón profesional, Marv, de El duro adiós. Quien por una noche de cariño con una protistuta es capaz de llegar hasta las últimas consecuencias y ser ajusticiado en la silla eléctrica. Y es inevitable, asimismo, citar a todas las mujeres que reinan en el Barrio Viejo. Quienes, a pesar de su crueldad que esgrimen, se apoyan unas a otras. Conscientes de que se necesitan para sobrevivir.

Por cierto que creo que, en gran medida, las violentas chicas de Old Town son una evolución del personaje de Elektra. Alguna de ellas, de hecho, lucha como una ninja y es inevitable no compararla con ese personaje. Muchas otras mujeres que aparecen en Sin city son directamente protistutas o una nueva evolución de la extraviada Karen Page de Born Again. Y otras tantas responden al prototipo de femme fatale. Pero también hay comisarias de policia y periodistas.

Señalo esto porque a Miller se le ha criticado mucho el tratamiento de las mujeres en Sin city. No seré yo, desde luego, quien lo defienda. Pero sí me gustaría sugerir que tal vez el defecto de Miller no sea tanto el tipo de mujer del que se ocupa sino de que prácticamente no encontremos en su obra una medianamente normal. Algo que disculpo porque Sin city es una obra tan extrema que no deja resuello para que aparezcan personas comunes. De hecho, los hombres tampoco quedan en muy buen lugar. Hay innumerables pedófilos, viciosos, babosos, corruptos, violadores, peleles y asesinos y los detectives responden en su mayoría al propotito de mujeriegos musculosos, bebedores y violentos.

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En su momento, los gráficos de Sin city deslumbraron puesto que eran minimalistas pero sumamente expresivos. Miller no necesitaba más que de unas pocas líneas para provocar todo tipo de sensaciones: soledad, desamparo, locura, rabia, violencia y, sobre todo, para describir el caos y la corrpución reinantes en Basin City. Tampoco Miller necesitaba colores. Miller iba a las fuentes. Al blanco y negro de los filmes protagonizados por Sam Spade o el de los clásicos dirigidos por Jacques Torneur, John Huston, Howard Hawks, Otto Preminger o Fritz Lang. Pero, eso sí, su blanco y negro era un blanco y negro moderno y rayado, por momentos expresionista, que anunciaba que los tiempos habían cambiado y que, por tanto, no ibamos aquí a encontrar la elegancia de los noir del pasado sino el desenfreno vicioso y nihilista de los tiempos modernos.

Miller por momentos parecía un pintor pop y -repito- expresionista. Le bastaba doblar unas líneas para componer una escena lluviosa o utilizar unos cuantos puntos de luz para irradiar esperanza o locura en medio del ignoto caos decrito. Sus claroscuros eran sumamente funcionales pero también muy emocionales. Con una viñeta Miller era capaz de transmitir lo que otros en varias páginas repletas de color y entintados salvajes. Con el tiempo, eso sí, sus dibujos fueron perdiendo un tanto de fuelle e interés. Pero el autor norteamericano nunca perdió el norte. Siguió trabajando concienzudamente en sus hipnóticos claroscuros a excepción de las rutilantes páginas en color de su última historia, Ida y vuelta al infierno, en las que realizó una inmersión casi psicodélica en unas cuantas páginas, aprovechándose de un sueño de su malherido  protagonista masculino: Wallace.

Un hecho, sí muy sintomático porque paradójicamente, los sueños en Sin city eran dibujados en color y la realidad en blanco y negro. Prueba del inmenso cenagal en el que transcurría la vida de personajes condenados al infierno por el mero hecho de nacer, respirar, intentar salir adelante.

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Sin city es una obra que no pide tanto ser comprendida como experimentada. En este sentido, es una salvaje patada en los testículos. Es pura testosterona. Sexo salvaje en un sangriento prostíbulo. Una carrera a muerte en un vehículo que va a caer sí o sí por un barranco. Un tiroteo infinito en medio del que mueren todo tipo de personas. Dicho esto, todas las características del género negro se encuentran allí. Tanto los monólogos interiores como los clásicos, ingeniosos y efectistas diálogos repletos de violencia, las gabardinas, los cigarillos y las minifaldas. El lujo y el poder. Pero Sin city va más allá de los moldes clásicos. No los rompe sino que los expande. Los adapta al siglo XXI. Un mundo en el que no importan ya tanto las formas ni mucho menos la educación y modales.

Teniendo en cuenta todas sus características como, a su vez, el hecho de que Sin city posea innumerables saltos narrativos y, por tanto, vayamos del pasado al futuro conforme pasamos de una historia a otra (puesto que lo que a Miller le interesa es realizar un visceral retrato de una lujuriosa ciudad) resulta natural que Robert Rodríguez realizara dos meritorias adaptaciones al cine de sus relatos. Aunque creo que el director perfecto hubiera sido Quentin Tarantino. Alguien capaz de extraer sutileza de la brutalidad y no quedarse tanto en los huecos manierismos.

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En fin. Lo mejor de Sin City es que por primera vez vimos a un Miller sin ninguna atadura. Aunque parezca lo contrario, los cómics de superhéroes son los que menos libertad dan a sus creadores porque los guionistas no pueden ni matar al protagonista ni romper una serie de pautas si no quieren cargarse la colección o ser criticados.

Entiendo que estas reglas acabarían constriñiendo a Miller que encontró en Sin city un espacio de absoluta libertad creativa. No obstante, a veces demasiada libertad es mala. Y eso es lo que pienso que le sucedió al autor de Born Again. Que se pasó de frenada y no supo parar a tiempo. Algo que no tiene demasiada importancia en este caso en concreto porque en su conjunto Sin city es una obra realmente interesante. Divertida y caótica. Áspera y lúcida. Es un sincero homenaje a las novelas de Mickey Spillane. Es un cigarrillo negro muy denso que se extiende por los poros sin descanso. Es jazz nocturno y espectral. Un descarnado retrato del hígado del mal. Shalam

في الدائرة يتم الخلط بين البداية والنهاية.

En el círculo se confunden el principio y el fin

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen……dos referentes uno jean dean calle lloviendo
    https://momark.shop/products/iconico-150?variant=39498955587740
    y otro bob dylan la portada de freewheelin´ ( bien acompañado)….
    2ºimagen…..un condenado a muerte se esta escapando…..
    3ºimagen…..un condenado a muerte se ha escapado…robert bresson 1956…..
    4ºimagen…..barra recta, barra sinusoide…(una morena y una rubia)..
    https://www.youtube.com/watch?v=PxQLWnDAfSs….coplas de don hilarion….jajajjj…españa cañi…..
    5ºimagen…..un «pionono» con salsa brava…….
    6ºimagen….1extraordinaria imagen…….x, sien, pistola, rectangulo y amarillo…..el telon es el cielo…..
    7ºimagen….2.extraordinaria imagen…ceramica de figuras negras (grecia)…..
    PD.https://www.youtube.com/watch?v=iLa57dcf6KE&list=PLiN-7mukU_REQ6zVGFxXzze23HzXHuqXT&index=7
    bob dylan….Don’t Think Twice, It’s All Right….1963

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  2. Alejandro Hermosilla

    1) «El carnicero». Película de los años 50 en blanco y negro dirigida por Sam Fuller. 2) Una imagen inspirada en «Cul de Sac»; el filme de Polanski. 3) Viñeta claramente inspirada en el Spirit de Will Eisner pero que también tiene algo de Batman. 4) La chica que baila en la barra del bar se parece a Clara de noche. La protistuta que protagonizaba aquellas míticas historias de El jueves. La España cañí que me presentas tiene algo de tono mágico-romántico 5) Remolino de imágenes que recuerda a los filmes de Tarantino. En este caso, uno de Robert Rodríguez. Abierto hasta el amanecer. 6) Foto que podría ser la portada de El mito de Sísifo de Albert Camus. 7) Dios griego irritado por el comportamiento de los humanos. Mitología. PD: este disco de Dylan siempre me gustó mucho.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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