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Hermanitos

Nov 24, 2015 | 0 Comentarios

¡Es hermoso el cuento de «Hansel y Gretel»! Me basta con rememorar los nombres de los dos hermanitos perdidos en el bosque para que mi mente se sugestione y se ilumine. No obstante, no puedo evitar preguntarme cómo cambiaría la historia de ser escrita hoy en día. Algo que, independientemente de las  infinitas posibilidades que se puedan concebir o las nuevas versiones cinematográficas que se han hecho de ella no me es, en cualquier caso, demasiado difícil pensar. Me basta con mirar a mi alrededor para extraer conclusiones de cómo sería una verosímil adaptación de las correrías de los dos niños  a nuestra frágil época de vidrio.

Unos Hansel y Gretel modernos no estarían especialmente interesados en huir de la casa de la bruja ni tampoco demasiado preocupados por la posibilidad de morir allí. En realidad, se sentirían contentos de poder alimentarse en una prisión que convertirían en refugio familiar y disfrutarían del día a día sin pensar en un futuro o mirar en exceso hacia atrás. De hecho, no creo que regresar al pasado, (la casa paterna), entrara dentro de sus planes porque sabiéndose a resguardo del frío y el calor, prefirirían sacrificar su libertad a cambio de su seguridad. Antepondrían el confort frente a la memoria y fidelidad a la tierra de la que partieron. Y en caso de morir, puede que lo hicieran con una sonrisa bobalicona y sin transmitir sentimiento trágico alguno. Con la misma frialdad con la que habrían terminado por acostumbrarse a desayunar de las manos de la bruja. Felices acaso de haber fallecido sin heridas en medio de una batalla encarnizada con las fieras del bosque o una guerra.

No creo que sea muy difícil realizar una analogía de la fábula en relación a la sociedad contemporánea. Adultos infantilizados que aman estar en la casa de la bruja se encuentran por todas partes. De hecho, el dulce olor a chocolate y los alimentos que Hansel y Gretel ingieren diariamente podrían equipararse con la publicidad y la televisión que mantiene a tantos ciudadanos felices e indefensos y casi que los convierte en autómatas. Como tampoco es difícil establecer una simetría entre la casa de la bruja y el sistema capitalista. Una fábrica donde se lava la cabeza y se llena el buche del consumidor con la misma frialdad con la que bruja les ofrece comida a los hermanos.

En gran medida, sí, Hansel y Greten serían los consumidores actuales. Individuos que ya  nacen esclavos. Comprendiendo que su función básicamente es la de trabajar y engordar. Consumir y morir a manos de un sistema que, con el tiempo, a pesar de los años y su supuesta decadencia, al igual que la bruja, se hace más y más fuerte. Da la impresión de ser absolutamente imbatible.

En realidad, no resulta dificultoso concebir nuevos desarrollos psicológicos y argumentales de «Hansel y Gretel». Imaginarlos ingiriendo tarjetas de crédito, huevos de los que surgen extractos bancarios o papillas mezcladas con carne de cerdo y vestidos de moda. Lo difícil realmente es buscar un final actual a la fábula que no sea precisamente ese: los dos hermanos gordos como vacas entregándose mansos a la bruja. Ofreciendo sumisos y voluntariosos su carne para alimentar a ese monstruo del mal que, por supuesto, en la nueva versión, tendría el aspecto y fisionomía de una modelo.

En todo caso, debo reconocer que intentar buscar novedosos finales al mítico cuento realmente provoca frustración porque tengo la impresión de que, a estas alturas, visiones como la que acabo de sugerir de «Hansel y Gretel» no son en absoluto novedosas. Poseen un amplio componente de deja vu. Y eso es aún más terrorífico que la propia historia. Ser conscientes de que, desde hace ya no sabemos bien cuánto tiempo, Hansel y Gretel engordan con placer bajo vigilancia de la bruja y probablemente, así seguirán, a no ser que venga una guerra o estallen unas cuantas bombas que les obliguen a pensar por sí mismos para sobrevivir. Shalam

القافِلة تسير والكِلاب تنْبح

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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