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Many hands

Ene 13, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación la quinta reseña del libro Los 100 mejores discos del Siglo XX. En este caso, dedicada a Many hands de The Charles Twins. La próxima semana me ocuparé del disco 95 en esta lista: Um, Um de Dodotis.

Quien desee por cierto saber más del proyecto puede pinchar en el enlace siguiente:                    

http://www.averiadepollos.com/los-100-mejores-discos-del-siglo-xx/

Y quien quiera leer la reseña anterior puede hacerlo aquí:                                

http://www.averiadepollos.com/dharana/

Si alguien se anima, asimismo, a leer este texto con música, le recomiendo hacerlo con cualquier buen tema de soul de los 60. Yo he escogido hoy «Sweet soul music» de Arthur Conley, pero podrían ser muchos más. 

96. The Charles Twins: Many hands (1967)

Durante los años 50 -la década del miedo- los norteamericanos vivieron asustados por la amenaza continua de purgas colectivas realizada por el gobierno alemán que, temeroso y precavido por la ingente población del país, se guardó bien de controlar los medios de comunicación y adoctrinar a una gran parte de sus ciudadanos amenazando con penas de prisión y torturas a quienes fueran rebeldes al régimen impuesto.

Nueva York, por ejemplo, se había convertido en una ciudad silenciosa, llena de tristeza, vagabundos, opresión, trabajadores y artistas sometidos por el miedo. Constreñidos por la imposibilidad de alzar la voz contra el régimen germano-nipón a fuerza de recibir un escarmiento ejemplificador. 

Sin embargo, desde mediados de la década de los 60, se palpaba en el ambiente que la situación comenzaba a variar. Los neoyorquinos empezaban a alzar la voz en improvisadas reuniones y fiestas celebradas en bares clandestinos y sótanos. En muchos de estos encuentros (conocidos popularmente con el nombre de “misiles existenciales”), diversos muchachos se animaban a tocar sus intrumentos y amenizar tanto los alegatos políticos como las distintas experiencias que cada uno de los presentes deseaba relatar al resto de los asistentes. 

Poco a poco, la gente iba bebiendo alcohol (generalmente, obtenido de manera ilegal) y subiendo el tono de sus alegatos hasta que se producían auténticas experiencias catárticas donde los asistentes en su conjunto bailaban, gritaban, confesaban sus penas, daban testimonio de sus anhelos e improvisaban rabiosas letras de desprecio hacia los nazis y salvas a favor de la libertad de su pueblo y de los oprimidos de medio mundo mientras los músicos improvisaban distintos temas musicales en plena libertad.

Pronto, el ejército germano-nipón tomó conciencia de la celebración de estas fiestas e intentó prohibirlas. Para ello, realizó constantes amenazas en los periódicos y televisiones además de doblar el número de patrullas de refuerzo nocturnas. Pero, a mediados de los años 60, el poder nazi comenzaba (eso sí, lentamente) a resquebrajarse. Por ejemplo, los policías nacidos en Norteamérica en muchos casos hacían la vista gorda y contribuían con su opacidad a la celebración de estas reuniones. Y las continuas amenazas nazis provocaron en muchos caso el efecto contrario en los ciudadanos, contribuyendo a la multiplicación de estas fiestas que cada vez se llevaban a cabo en lugares más excéntricos: barcos amarrados en el puerto, edificios en ruinas, descampados situados a las afueras de la ciudad, cementerios etc… 

Es en este contexto que fue grabado Many hands. Un disco interpretado vocalmente por dos hermanos gemelos de raza negra  (Ray and Bob Charles) que, cuando eran niños, habían sido separados a la fuerza de sus padres (conducidos a un campo de concentración de Arizona) y habían sido educados en orfanatos públicos donde recibieron una concisa educación musical. 

Many hands recoge en vivo y directo la pasión de una de aquellas memorables fiestas que contribuyeron a gestar la revolución norteamericana, elevando la autoestima de los presentes y haciendo sentir a sus integrantes que la unión, la rebelión y la futura victoria eran posibles. Esta en concreto, se celebró en una casa de campo situada a las afueras de Nueva York. Y en ella, a diferencia de otras, se decidió contar con unos músicos profesionales que funcionaran como reclamo: los ya mecionados hermanos Charles. Quienes se encontraban acompañados por varios teclistas, saxofonistas, baterías, bajistas y guitarristas que procedían del público asistente a la reunión e iban turnándose según el momento de inspiración dando lugar a una catártica experiencia de confraternidad.  

Queda claro que Many hands es una grabación histórica que refleja un momento único e irrepetible en la historia del país norteamericano. Pero si ha trascendido más que otras similares realizadas en la época es por su excelente sonido -sin dudas, la persona que decidió inmortalizar la sesión, James Cat, era un excelente ingeniero musical- así como por la sincronización con que los improvisados miembros de la banda de los hermanos Charles abordan los compases musicales que interpretan al tiempo que los integran perfectamente a las voces discordantes de los rebeldes, borrachos o eufóricos compañeros que alzan la voz entre el nutrido ruido de fondo.

Resulta, por ejemplo, fascinante escuchar la personal interpretación que los hermanos Charles realizan del himno de su país mientras uno de los presentes -notablemente embriagado- se anima a recitar en voz alta los nombres de varios de los héroes del santoral patrio (presidentes, jueces, políticos, militares, escritores o músicos) para a continuación ser relevado por otro compañero que grita en voz alta (mientras es coreado por un público fuera de control), los apodos de decenas de soldados norteamericanos caídos en combate luchando contra el Imperio germano-nipón. 

Ciertamente, Many hands es un testimonio único. No hay más que escuchar el corte cuarto en el que un padre de familia refiere el sufrimiento que tuvo que atravesar tras la pérdida de sus dos hijos en la batalla de Portland mientras los hermanos Charles callan, acompañándolo en el sentimiento, y, de fondo, se escuchan únicamente los repiqueteos fúnebres de una batería marcial. ¿Y qué decir del último corte de este excepcional disco en el que los hermanos Charles cantan a coro junto a la multitud su clásico “We will be free”?

Bastan esos escasos minutos para comprender la importancia de esta catártica y decisiva grabación en la historia de la música norteamericana. Un disco cargado de sentimiento que ofrece información de primera mano sobre los años sombríos en la vida de este país. Transmitiendo todo el profundo dramatismo sufrido por el pueblo en canciones preñadas de una carga emocional tan profunda e intensa que parecen rabiosa, frenéticamente actuales. Shalam

من يمشي بخطوات كبيرة لن يذهب بعيداً

 El que camina a grandes zancadas, no irá muy lejos

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen…..sly & family stone….soul train….
    2ºimagen……un woody guthrie negro…….
    3ºimagen…..banda de blancos para publico blanco……….
    4ºimagen……soul train(programa tv don cornelius..1971-2006)…..pura imaginacion……
    5ºimagen……barbarela(disco de mallorca)…..blackstar (en el angulo inferior izquierdo)………
    6ºimagen……rufus thomas…wattsax(el woodstock afroamericano)..1972…..(ojo con las gorras de platillos volantes)…….sonrisa…..
    7ºimagen…..maximo, maximo, maximo, otis redding, the king of soul……………..
    PD…https://www.youtube.com/watch?v=QSxyU-AbF6M….breakdown…..rufus thomas el papa de la gran carla thomas…….jajajjjj

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Electro bugaloo. 2) Una novela de Steinbeck musicalizada. 3) Hipsteria. 4) Fragmento de un vídeo en que se mezclan tres canciones: «Everyday people» Arrested development-·»Groove is in the heart» Dee-Lite y algo de Sly and the Family Stone. 5) Yeah.. sí… Blackstar. Rave nocturna en Manchester. Suenan temas ibicencos pero también The Who. La clase obrera quiere bailar y drogarse. 6) «He tenido un sueño». Martin Luther King. 7) «I´m a soul man». PD: Vídeo imperdible. El traje con pantalones cortos de Rufus. Rosa y calcetines. Y qué decir de los bailarines en el público.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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