AVERÍA DE POLLOS: Inicio E Música E Aspereza (1)

Aspereza (1)

Jun 21, 2021 | 2 Comentarios

Dejo a continuación el primer avería de dos sobre Marianne Faithfull que he escrito. Debido a la extensión, he optado por dividirlo en un par de partes. Mañana, si es posible, publicaré la última. Y si no, pasado.

Aspereza (1)

Lo de Marianne Faithfull es excepcional. Conforme ha ido cumpliendo años, en vez de adocenarse, su arte se ha vuelto más peligroso e imprevisible. Sus primeros pasos en el mundo de la música fueron meritorios, sí, y la encumbraron (mas allá del impulso dado por los Stones) merecidamente al éxito, pero aún pecaba de juventud. La Marianne de los 60 era bella, tenía un indiscutible talento y gozaba de muchas facultades idóneas para convertirla en musa de la generación hippie. Pero le faltaban cicatrices, oscuras vivencias, viajes amorosos y varias caídas a los infiernos para imprimir su explosiva personalidad a sus creaciones. La Marianne de los 60 era una joven tímida, inquieta e inteligente con una irreprimible necesidad de explorar la vida. Y para ello tenía que tomar conciencia de que muchas de las rosas a que las dedicaba canciones, no se destacaban tanto por su olor como por sus espinas. El daño que eran capaces de hacer a quien las agarraba impulsivamente.

Su romance con Mick Jagger, sus constantes flirteos sexuales, sus vaivenes con las drogas casi acaban con ella cuando no tenía ni 30 años. De icónica musa pasó a convertirse en un despojo. Acabó viviendo en las calles. Mendigando por unas cuantas dosis de caballo tras sufrir profundos trastornos físicos por anorexia. Como si en vez de descender de insignes ancestros y haber puesto rostro en determinados momentos a un movimiento, fuera una vagabunda. Una mujer sin futuro salida de ninguna parte. En 1971, el paso de la vida ya había dejado su sello en sus carnes y su arte. Si deseo escuchar un disco de folk y blues y sentir, experimentar peligro y autenticidad, no dudo en pinchar Rich kid blues. Una obra que anuncia el fin de la utopía con la misma intensidad que la muerte de Jim Morrison y Janis Joplin y es tan o más real como los discos clásicos de los artistas citados. En cierto modo, es un álbum sobre el desencanto y la desesperanza.

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En sus inicios, Marianne parecía la chica ideal para protagonizar un artículo de moda sobre el flower power, y cuando grabó Rich kid blues, una mujer salida de un filme esquizofrénico de Roman Polanski. La primera Marianne Faithful podría relacionarse con Betty Elms (la joven aspirante a actriz que protagoniza Mulholland Drive) y la segunda, sería la resultante de haber sobrevivido (en caso de ser posible) a las pesadillas descritas por David Lynch en su filme. Una mujer ida buscando su identidad en medio de ninguna parte parecida a la Laura Dern de Inland Empire.

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Tuve el privilegio de asistir a un concierto de Marianne en Murcia en marzo 1996.  Presentaba An evening in the Weimar Republic. Su particular reinterpretación del cancionero de Kurt Weill. ¡Se me ha quedado grabado! Esa mujer era capaz de imprimir su arrebatadora personalidad a cada una de las composiciones del músico alemán. Aquella velada fue una experiencia. Marianne no parecía hablar de las vivencias de otros sino de las suyas. Allí la reina era ella y no Weill. Asimismo, aunque su voz se elevaba majestuosamente por la pequeña sala como la de un ruiseñor maduro, pude comprobar que era tan íntima y personal que parecía capaz de dirigirse personalmente a cada uno de nosotros. Que nos interpelaba directamente.

En realidad, Marianne no parecía hablar sobre la Alemania del pasado siglo sino sobre sí misma. Ahí pude comprobar por qué es actriz. En realidad, hacía suyas cada una de las canciones. O más bien, las sufría. Era intensa. Parecía la Bette Davis de la era pop. Se movía en la decadencia con absoluta soltura. Haciéndonos sentir el barro y la miseria sin dejar de elevarnos hacia los cielos como un pájaro herido. De aquel concierto todos salimos borrachos. Experimentando en nuestras carnes lo que es el dolor emocional, el abandono espiritual y la aspereza. Con una especie de sentimientos confundidos por la dicha y la profunda tristeza. ¡Brutal!

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Hay quien ha comparado a Nico con Marianne. No creo que sea necesario. Aunque sí me gustaría incidir en que si Nico era arty, Marianne era real. Al principio, la voz de la Velvet era -tirando de comparaciones entre cartas de tarot- la luna y Marianne, la estrella. Pero, con el tiempo, ambas se igualaron en la oscuridad. Fueron fantasmas artísticos que se cruzaban en los días de niebla. Dicho esto, si Nico fue incapaz (o al menos tuvo serias dificultades) de huir de la imagen ideal que presentaba, Marianne sí lo hizo. No sin luchar hasta la extenuación. Se rebanó de hecho el alma hasta convertirse en un pájaro negro y solitario capaz de expresar todo tipo de emociones con su voz porque había vivido varias vidas en una y, en vez de encasillarse en una imagen arquetípica, se aferró con fuerza y desesperación a la existencia.

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La voz agria y desencantada de Marianne así como su rostro escéptico y experimentado, no eclosionaron del todo hasta su resurrección a finales de los 70. Antes tuvo algún éxito inesperado (su alucinante incursión country en Dreamin’ My dreams) y una aparición vestida de monja con Bowie en la televisión en la que brilla con tanta firmeza que no se sabe quién es el mayor genio de los dos. Pero Marianne no volvió a pisar con fuerza y consistencia hasta la publicación de Broken english. Una maravilla decadente en la que decía adiós para siempre a su época hippie y se aventuraba por los territorios de la new wave y el reggae. Me pongo en el lugar de muchos de sus seguidores que habían comprado en su momento sus discos de los 60 y los compadezco. Si alguno de ellos se hizo con Broken, muy probablemente no comprendería nada. Marianne era ahora un ariete ebrio. Un ave nocturno que no cantaba a la primavera sino a la debacle. Al ocaso. Estoy seguro de que Debbie Harry tuvo que temblar al escuchar la obra de Marianne. No sólo porque transmitía en dos o tres estrofas más verdad y descarnada sexualidad que ella en todos sus (formidables) discos de Blondie sino porque le anunciaba su futuro: el seguro estertor de la belleza y el amor. La cochambre.

Broken english es un hito. No es una obra maestra. Pero es un disco vivo. Sucio. Verdadero. Sabe a polvo furtivo en un discoteca que se cierra. A hastío de drogas y cansancio vital. Pero también a sobrenatural resurrección. En cierto sentido, es una misa nocturna. Un diálogo entre la lujuria y la muerte. Entre la cocaína, el lavabo de un club de moda y el rock. Después de Broken, ya nadie podía vincular a Marianne con los Stones y mucho menos con Mick Jagger. Había que hacerlo con la modernidad, el vicio y la muerte. Porque Marianne era ahora una especie de caballo blanco bailando sobre un lago de fuego. Alguien hiriente y herida que transmitía más verdad con su sola voz (canta de hecho como si tuviera cincuenta años) y su presencia que la mayoría de rockeros y punkies y, por si fuera poco, era capaz de incendiar una discoteca y encender la líbido de todo tipo de hombres. ¡Estoy seguro que hasta la mismísima Wendy O. Williams la respetaba y admiraba en secreto! Para superar a Marianne por aquel entonces, había directamente que matarse. Parecía una hechicera renacida tras haber sido quemada y vejada en una villa antigua. Shalam

حقيقة أن كل شخص في العالم يحلم كل ليلة يوحد البشرية جمعاء

El hecho de que todos en el mundo sueñen todas las noches une a toda la humanidad

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:….me rio de lo que siento……….(sexy)……
    2ºimagen:….mi vestido es la guitarra y las flores un desastre……….
    3ºimagen:…..ambigua…….
    4ºimagen:…..2ºguerra mundial, sus cabaret……
    5ºimagen:…..tengo voz de trueno………..
    6ºimagen:…..norteña, casi abba, little queenie, https://www.youtube.com/watch?v=CfV7eSoRpCk……

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    • Alejandro Hermosilla

      1) Es el fin de la juventud. This is the end. 2) Homenaje a Desayuno con diamantes. 3) Una New York Dolls. 4) ¡Me hubiera encantado participar en un filme de Fassbinder! 5) ¡Ya quisiera Debbie Harry! 6) Saliendo del jaco para entrar en la cocaína. Vestido de discoteca. PD: gran interpretación de los Stones de Taylor.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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