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The soft bulletin: el caleidoscopio de la desintegración

May 7, 2014 | 0 Comentarios

The Soft Bulletin fue un disco importante para mí. En una ocasión, un muchacho mexicano tomó mi mano izquierda y después de estudiarla con detenimiento durante unos minutos, me comentó que mi vida siempre estaría en riesgo. Teniendo en cuenta que no fumo ni bebo demasiado ni tomo drogas entiendo que sus palabras aludían a la posibilidad de que yo mismo acabara con ella. Una posibilidad que, debido al antecedente del suicidio de mi padre, no era nada descabelllada. Con el paso de los años he controlado y atenuado esta tendencia autodestructiva y he conseguido que jugase a mi favor, al permitirme crear a partir de mi desesperación y desorientación. Aunque no me siento aún a salvo de mí mismo, sí que he sabido conocerme lo suficiente como para afrontar límites y situaciones de desasosiego con cierta distancia pero cuando escuché por primera vez este disco de The Flaming Lips no era así. Todo lo contrario. Estaba experimentando mi primera gran crisis de la juventud. Acaso la mayor por la que atravesé. Una ruptura amorosa, unos recurrentes y tortuosos problemas familiares además del vértigo y vacío que sentí al terminar mis estudios universitarios, me habían dejado prácticamente sin capacidad de reacción. Me costaba un tremendo esfuerzo levantarme y deliraba y fantaseaba constantemente con la muerte para no tener que enfrentarme tanto a mis problemas como a un mundo que concebía despiadado y egoísta. Y tal vez por ello, me sentí tan identificado con The soft bulletin y a los pocos minutos de hacerme con el disco, estaba viviendo entre sus surcos.  De hecho, lo considero un testigo de mis crisis personales. Una obra que consiguió hacerme sentir que no estaba solo, que es tal vez uno de los más grandes cometidos del arte.


The soft Bulletin es un disco instrospectivo. Retrata perfectamente el asombro y la postración de los adolescentes ante la crueldad de la vida adulta e invita a buscar salidas a esta situación en la fantasía e imaginación. En cierto sentido, es una cordial invitación a realizar un viaje interior. Lo más parecido a una inmersión en el mar colgados de marihuana. Una obra concebida para escucharla con los ojos cerrados. Hecha para que el oyente flote en sus contornos, se pierda entre sus cráteres de sonidos y visite insólitos lugares. Es una creación situada a mitad de camino de todas las partes que solicita una exclusiva y atenta participación del oyente. Exige de nosotros curiosidad y sorpresa porque penetrar en ella, es como hacerlo en un parque de atracciones o introducirnos en un acuario donde probablemente veremos peces de distintos colores, pulpos con varios ojos y algún otro crustáceo cuya existencia desconocíamos hasta ese momento. De hecho, cada vez que la escucho, descubro un nuevo detalle, algún matiz sonoro que no esperaba encontrar al empezar la ruta. Creo que porque Flaming Lips concibieron cada canción como una dimensión mental y el disco en su totalidad como si fuera la tierra de las maravillas o el país de Oz. Una nueva y oscura versión del Sgt. Pepper’s. Por lo que se encuentra lleno de melodías parecidas a caramelos y de todo tipo de efectos de sonido que provocan un interesante efecto placebo. Piscodélico y arisco. Concreto y volátil.

Como expliqué anteriormente, debido a mis circunstancias personales, pronto sintonicé con una de las más hermosas canciones, «Waiting for’ a  Superman» de este avión de múltiples luces y colores que destellan en todas las direcciones. Un tema que se convirtió rápidamente en un himno secreto de la Generación X al retratar la vida de decenas de miles de seres humanos repartidos por el mundo que no sabíamos cuál sería nuestro destino ni los esfuerzos que tendríamos que hacer para conquistarlo. He de reconocer que, al principio no entendí bien su mensaje pero con el paso de las escuchas lo interioricé e hice mío. De hecho, creo que es muy certero puesto que casi que a esto nos obliga la sociedad neoliberal: a transformarnos en Superman para superar los obstáculos que ella misma genera. O, aún peor, a esperar que aparezca el superhéroe de DC  -tal vez en forma de ejército norteamericano invasor- y nos libere de nuestros problemas. La voz de Wayne Coyne era aquí casi la de un muchacho, adoptaba una tonalidad frágil y esquiva. Prácticamente suplicaba comprensión del oyente imaginario mientras formulaba las estrofas de un tema que terminaba con una inquietante conclusión: «Itś just too heavy for Superman to lift». Toda una metáfora sobre el signo de los tiempos.

En cualquier caso, si para Superman resultaba ya demasiado duro alzar el vuelo no tenía tantos problemas The Soft Bulletin. Un disco que únicamente ponía un pie en el suelo para tomar impulso y alzarse de nuevo. Un pergamino atípico protagonizado por decenas de seres descentrados que remitía al futuro y al pasado y se encontraba lleno de sonidos teñidos con colores pastel. Poseía un lirismo marciano que lo hacía encantador y diferente. Un disco ideal para escucha a solas que, de tan íntimo y personal que era, únicamente tenía un fallo: no tenía apenas sentido escucharlo con otro ser. Ni siquiera con nuestro amor pues algo de su magia se diluía cuando era compartido o no se escuchaba con los -más necesarios que nunca- auriculares.

En fin, ahora que, a pesar de la excelencia de Transmission from the Satellite heart, Flaming Lips se han convertido para muchos sectores del mundo musical en una broma para freakies o hipsters, (algo que, en parte, se han ganado a pulso por su actitud), merece la pena volver a recordar las bondades de The soft bulletin. Un tratado sobre el aislamiento personal que, desde luego, no creo que pueda ser escuchado en cualquier momento y sin el estado ánimo adecuado pero que continúa brillando en el tiempo. Refulgiendo aún más si cabe. Como esas estrellas en las que, sin saber bien las razones, nos fijamos durante la noche durante varios minutos, creyendo que en ellas pudieran estar las respuestas a nuestros problemas y destino.

Al fin y al cabo, The soft bulletin tuvo la osadía de mirar a la cara a Pet Sounds y no se vio empalidecida por ello. Al contrario, embelleció su caleidoscópico rostro. Esa faz multicolor que supo reflejar y recoger los restos de las almas fragmentadas de miles de ciudadanos y darles forma y sentido. Convirtiéndose de paso en la banda sonora de la vida en la era neoliberal. El primer disco del siglo XXI. Shalam

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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