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Una cabaña

Dic 8, 2020 | 2 Comentarios

Hace unos días hablé de las íntimas conexiones entre kraftwerk y Mondrian. Hoy me gustaría hacerlo de las que yo al menos siento entre otro músico y un pintor. Me refiero a Dennis Wilson y a Paul Gauguin. Ahi voy.

Una cabaña

Pacific Ocean Blue y Bambu son dos maravillas. Dennis Wilson atravesaba una seria crisis cuando escribió ambos discos. Se percibe en su forma de cantar y modular. Hay algo roto en su alma. Su distópica infancia, sus excesos juveniles, las presiones del éxito y su conexión con Charlie Manson habían dejado su traumática huella en su espíritu, convertido en un sello apocalíptico a punto de reventar y dejar emerger cientos de demonios. Puede, eso sí, que Dennis fuera un hombre hecho trizas pero también era un músico fantástico. En sus peores momentos, era capaz de componer modélicos rhythm and blues de esos que ponen patas arriba los bares. Y cuando estaba inspirado, de hacer magia. Transformar la música en un goloso caramelo caleidoscópico. Ni en Pacific ni en Bambu se propuso cambiar el pop, pero sí exorcizar sus demonios. Probablemente lograra lo segundo pero no le sirvió de mucho. Sus últimos años de vida fueron la crónica de una muerte anunciada. Sus mejores amigos eran la botella, el tabaco y la aguja. Intentó desintoxicarse en alguna ocasión pero finalmente, no encontró la fortaleza necesaria y deambuló de aquí para allá convertido en un nómada sin poder encontrarse a sí mismo. Cuando murió ya era un fantasma. Se suele decorar su fallecimiento sugiriendo que se ahogó mientras buceaba pero, en realidad, se arrojó al mar después de haber estado bebiendo como un cosaco. Buscaba unos objetos que había arrojado por la borda de su barco años antes. Un delirio.

Lo cierto, en cualquier caso es que esas crisis no afectaron demasiado a su creatividad. De no tenerlas, nos hubiera dejado muchos más discos. Pero cuando se ponía a grabar, su talento emergía. Oviamente, Pacific y Bambu son un par de odas crepusculares. Apenas hay espacio para el optimismo o la felicidad en ellas. No son discos para escuchar por las mañanas sino por las tardes. Durante el anochecer. Reflejan desgarradoramente la tristeza. La soledad. Son el sincero testimonio de un genio de la música que se desnuda ante los oyentes con la intensidad con la que lo hacen los seres desahuciados. Por eso, a pesar de ser Dennis un dios del ritmo y cuidar los detalles orquestales y de su producción al máximo, destaca el aspecto salvaje y anárquico de ambas grabaciones. Su sabor a whisky, a océano y a bosque. A excursión de madurez y a cuelgue ajeno a cualquier tipo de pretensiones más que el mero disfrute de la vida y el contacto con la naturaleza.

Ciertamente, siempre que escucho estos dos testimonios sinceros sobre el dolor, el amor y el goce, este par de ácidos recuerdos de juventud con sabor a ola rota y arena mojada, me vienen constantemente imaǵenes de hamacas y cabañas. No sé si podría escucharlos en la ciudad porque siempre lo he hecho en la playa.  Creo de hecho que sería ideal pincharlos leyendo las novelas marítimas de Robert Louis Stevenson o Jack London aunque entiendo que una parodia psicotrópica como la realizada por Thomas Pynchon en Vicio propio encajaría también perfectamente con ellos.

Más allá de estas referencias, los dos Lps me hacen rememorar las imágenes de Paul Gauguin. Sus famosos lienzos realizados en el Caribe y la Polinesia francesa. Aunque obviamente, cuando los compuso, el pintor francés era un aventurero que caminaba hacia lo desconocido y lo exótico. En busca de una aventura. Y Dennis Wilson estaba por el contrario, de vuelta de todo cuando grabó estos discos. No buscaba experiencias sino redención. Aun así, los efectos sonoros que logra en sus composiciones me hacen pensar en los jirones de color parecidos a pigmentos frutales que bañan las obras de Gauguin. Las cuales además tienen un aire salvaje y peligroso. Un tono decadentista. Probablemente porque Gauguin era consciente del ocaso progresivo de Occidente y la amenaza tecnológica, aun encontrándose en un paraíso natural. Durante sus últimos años de vida, ya enfermo, se vio obligado a recurrir al láudano y al opio para mitigar su dolor. Y tuvo que pagar el precio de su independencia. Pintar en soledad sin aspiración a ser reconocido. Como un fantasma herido. Convirtiendo sus lienzos en solitarios testimonios sobre los lugares a los que alguien puede llegar si se encuentra fascinado por la libertad. Un reflejo ideal de esa utopía que Dennis Wilson vislumbró artísticamente aunque sus sombras personales y familiares lo apartaron demasiado pronto del camino. Shalam

أرسم الزهور حتى لا تموت

Pinto flores para que no mueran

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen:……un fauve poco atrevido…….el perro equilibra los pesos horizontales……horror……….
    2ºimagen:……aqui el equilibrio esta en el arbusto……………..
    3ºimagen:……2 musicas y tres bailarinas de 14 años…….
    4ºimagen:…..no estaria mal si arreglaran mi maldito cassette………..cambio este cassette por un volumen de bolis bic, aqui al lado mio ocupando el espacio del cassette ……..jajajjjjjj
    5ºimagen:……tres gracias….desnuda, vestida y en toples……equilibradas por la cruz…….tres oferentes…..
    6ºimagen:……j. phoenix y una gallinica joven…….no se por que…………

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    • Mercader

      1) paisaje simple con perro volador. Encantador 2) Dennis Wilson antes de viajar en el tiempo y encontrarse con Dios. 3) Calypso 4) No tengo mucho más que hacer en la vida. El camino del exceso es el camino del error 5) Una nueva religión antropológica. 6) El mundo al revés.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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