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Submarinos (2)

Abr 7, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación el segundo avería dedicado a los submarinos. El cual recomiendo leer escuchando el mítico tema de The Beatles: «Yellow submarine».

Quien desee leer por cierto el anterior avería sobre submarinos, puede hacerlo aquí:

http://www.averiadepollos.com/submarinos-1/

Submarinos (2)

En la época en la que tuve aquel sueño con un submarino, solía escuchar mucho a The Beatles. Si bien mi disco favorito de la banda de Liverpool era The white album, disfrutaba muchísimo con Magical Mistery Tour y, por supuesto, Yellow submarine.

A tono con la era hippie y sus ideales de paz colectiva, la composición que daba nombre al disco era una dulce nana psicodélica que, en cierto sentido, lavaba la mala fama de los submarinos que, durante la Segunda Guerra Mundial, se habían convertido en temibles máquinas bélicas. Eran algo parecido a lo que los tiburones en la fauna marina. Habían dejado de infundir respeto y curiosidad para provocar miedo. Su coraza metálica invocaba soledad y destrucción y su porte beligerante y hostil era la viva imagen de una insoportable amenaza.

Ciertamente, los submarinos se habían convertido en tan peligrosos para el ser humano como esos monstruos enormes que, según los tratados de la Edad Media, reinaban en la profundidad de los mares. Así que resultaba realmente aleccionador cómo de la mano de The Beatles y el delicioso viaje instrumental realizado por George Martin en la cara b del álbum, recuperaban el aura maravilloso que tuvieron siglos atrás cuando diversos diseñadores imaginaban los atributos técnicos de un aparato que debía surcar los océanos con idéntica gracilidad que los peces más ágiles.

El mismísimo Aristóteles hizo referencia a un aparato sumergible en el que Alejandro Magno se embarcó superando una difícil prueba. Y también Leonardo Da Vinci dibujó a principios del siglo XVI una embarcación de doble casco semisumergible que resulta fascinante observar porque su trazo posee las exquisitas huellas y estilo del pintor florentino.

En realidad, «Yellow submarine» describe más un viaje de LSD que uno en las profundidades de las aguas. Es una canción utópica que creo que refleja un deseo colectivo que en pocas ocasiones se ha cumplido: que las invenciones humanas sirvan exclusivamente para el progreso y descubrir otros mundos. De hecho, incluso los primeros sumergibles con diseño extravagante (que hoy provocan tanto nuestro asombro y admiración como nuestras risas veladas) fueron pensados como máquinas de guerra. La idea era fabricar un nuevo arma con la que poner en jaque a los ejércitos enemigos. Adquir ventaja bélica. Ese es el caso (aunque por sus diseños no lo parezca) del Turtle y el Morel.

El primero (cuyo nombre se debe a su parecido con el caparazón de una tortuga) parecía una máquina circense. De hecho, se propulsionaba a pedales y admitía tan sólo un tripulante. Lo que lo hacía proclive a protagonizar cualquier cómic surrealista. Puedo imaginarlo perfectamente apareciendo en medio de una de las deliciosas tiras cómicas de Winsor McCay protagonizadas por el pequeño Nemo como también puedo vislumbrar a Buster Keaton conduciéndolo en uno de sus hilarantes filmes.

No me extraña que no cumpliera su objetivo. El norteamericano David Bushnell lo diseñó durante la Guerra de Independencia con la intención de acabar con naves británicas. Y si bien logró con eficacia su cometido de navegar en el fondo de los mares, fracasó como máquina bélica. El disparo realizado desde el Turtle no perforó los buques británicos e, impotente, el piloto que lo comandaba lanzó la carga explosiva que transportaba al agua sin lograr impactar en sus objetivos. Durante los días posteriores a su fracaso, se dudó si guardarlo o destruirlo pues fue objeto de muchas chanzas cómicas. Había quienes pensaban que era más útil viajar a lomos de una tortuga real que de aquella máquina cuya presencia ridiculizaba al ejercito norteamericano.

El Morel es otra máquina que podría protagonizar un relato surrealista. Parece de hecho un tonel de cerveza. Puedo imaginar perfectamente a Obelix agarrándolo con sus dos manos y bebiendo a morro de una de sus aberturas o a Fernando Arrabal realizando una celebración en honor del vino en torno a sus apetitosas formas circulares. También, claro, puedo vislumbrar a centenares de vikingos arrimándose a su vera para disfrutar de una noche de desenfreno alcoholizados.

En este caso, por cierto, fue un diseño ruso. En concreto, de un carpintero analfabeto, Efín Níkonov, que a principios del Siglo XVIII, trabajaba en un astillero y, con ayuda de varias personas, escribió una serie de cartas hablándole de su proyecto al Emperador Pedro I (Pedro el Grande) que, finalmente, lo recibió y lo apoyó.

La idea original de Níkonov era construir un barco que navegara secretamente por el agua y pudiera contribuir a sacar buques de guerra hundidos. Sería tripulado por cinco marinos a remo y tendría un lanzallamas como arma principal. No obstante, y a pesar del entusiasmo de Efín y del Emperador, aquel prototipo tuvo más fracasos que éxitos. Podía de hecho haber protagonizado perfectamente una ópera bufa. Puesto que, en una de las pruebas, encalló en el fondo del río Nievá y sus tripulantes tuvieron que ser rescatados de emergencia. Y en otra, fue incapaz de emerger del agua. Debiendo ser levantado con cuerdas hacia la superficie. Con los años, esta historia formó parte de los carnavales tradiciones y hubo más de una canción popular en la que se realizaban todo tipo de chanzas al recordarla.

Obviamente, con el tiempo, los diseños fueron sofisticándose. Los sumergibles del S XIX ya no provocaban hilaridad. Y mucho menos los primeros submarinos eléctricos. Que comenzaban a ser temibles. Algo consustancial a su cada vez mayor capacidad bélica. El ideado por Isaac Peral concretamente era parecido a un gigantesco escualo. Su casco era de acero y poseía un tubo capaz de lanzar torpedos. Características que indican bien a las claras que el retraso tecnólogico español es más producto de un estéril ejercicio de autocrítica (además de, sobre todo, el intenso trabajo realizado por parte de las potencias enemigas) que de la realidad.

Lamentablemente, como es bien conocido, el submarino no pudo ser desarrollado como merecía. A Isaac Peral le pusieron todo tipo de obstáculos. Mientras trabajaba en eĺ, no obtuvo permiso para faltar a sus clases en la Universidad. Antes de las prueba en aguas de la Bahía de Cádiz, diversos elementos aparecieron destruidos. Un claro ejemplo de sabotaje. Y, finalmente, a pesar de que su puesta a punto fue, en líneas generales, un éxito, (el modelo tan sólo falló en las pruebas diurnas al ser detectado a menos de 1000 metros por las embarcaciones a las que iba a atacar), la buena nueva fue recibida con frío optimismo por parte de los altos cargos que decidieron cortar la financiación del proyecto. Una auténtica herejía de la que al parecer fueron responsables, además de la férrea burocracia y la ancestral envidia, los agentes secretos extranjeros (se suele mencionar a un traficante turco, de origen ruso, llamado Zaharoff en una historia tan rocambolesca que podría perfectamente ser parte de la trama de una novela de Arturo Pérez Reverte) que supieron sobornar a los políticos y militares necesarios para paralizar el desarrollo del más moderno submarino de la época. Capaz, sí, en su estado prototípico, de navegar seis millas a diez metros de profundidad con un rumbo exacto.

Lamentablemente, yo, como entiendo que muchos cartageneros, desconocí durante mucho tiempo la triste historia que se esconde tras el submarino Peral. De hecho, mis recuerdos relacionados con el mismo tenían que ver más con los bailes que, cuando se encontraba situado en la plaza de los héroes de Cavite, solía dar borracho a su alrededor junto a varios amigos entonando, claro, la ya mentada canción de The Beatles, «Yellow submarine», que con las pruebas que tuvo que superar en las aguas de San Fernando.

Cuando irreflexivamente realizaba estos bailes, desconocía la suerte que tenía de poder danzar en torno a ese monumento. Porque el submarino Peral estuvo durante cuarenta años en desguace en el isleño Arsenal de la Carraca hasta que en 1929 el almirante Mateo García de los Reyes logró remolcarlo hasta Cartagena. Su destino por tanto era ser destrozado y tan sólo una serie de afortunadas casualidades lo han traído hasta nosotros.

Por cierto que la asociación entre los héroes de Cavite y el submarino Peral no parece tampoco casual. El inventor cartagenero murió en 1895. Tres años antes del desastre de Cuba. Y no pocas voces aseguran que, de poder disponer de esta portentosa máquina bélica, los españoles hubieran resistido los ataques norteamearicanos. Hubieran tenido suficientes armas para revertir una de sus derrotas más duras. Así que la interrupción del desarrollo de proyecto llevado a cabo por el inventor cartagenero se encuentra íntimamente unida con la batalla que introdujo en España un escepticismo inveterado que, durante casi un siglo, golpeó nuestra conciencia sin piedad.

Basta ese dato para dejar claro que los submarinos se estaban convirtiendo en devoradores bélicos. Espolones centrales en cualquier combate. Y que, por tanto, pronto iban a dejar de ser máquinas misteriosas y se iban a convertir en ballenas de acero ante cuyo fulgor cabe razonablemente pensar que el futurista Marinetti les dedicara varios poemas emocionado. No estoy seguro pero entiendo que cuando Otto Von Bismarck, en abril de 1913, contempló en el puerto de Hamburgo una serie de naves de guerra modernas y pronunció la célebre frase, «Aquí comienza un tiempo nuevo que no puedo entender», debió otear entre todas esas embarcaciones el deslumbrante casco metálico de varios submarinos.

Tal vez por ser un adelantado a su tiempo o empeñarse en construir una máquina que, en siglos anteriores, había protagonizado sonados fracasos, a Isaac Peral aún no se le tomaba en serio. Ni más ni menos que Cánovas del Castillo dijo de él que era «un Quijote que había leído a Verne». Una comparación que no agradaba al inventor cartagenero porque entendía que el submarino descrito por Julio Verne en 20000 leguas de viaje submarino era, en gran medida, irreal. Todavía no se poseía la tecnología suficiente para hacerlo realidad. Algo que obviamente no importaba al escritor francés que, debido a que se encontraba sometido a las reglas de la ficción y no a las de la realidad, podía alzar su vista hacia el futuro más remoto.

En realidad, su Nautilus marcó una época. Representa simbólicamente el momento exacto en el que los submarinos, sin dejar de ser máquinas exploradoras, se comienzan a transformar en torpedos bélicos. Acorazados con una inmensa capacidad de destrucción que no obstante aún no habían perdido su viejo magnetismo. Podían lo mismo aparecer entre la niebla de Londres y comenzar a bombardear la ciudad que revolotear en torno a las ruinas de una urbe antigua sepultada en los océanos. Shalam

مظهر الإنسان هو الشيء الوحيد الذي لا يمكن إخفاؤه

La mirada del hombre es lo único que no se puede ocultar

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen……submarino brilli-brilli o submarino barbie…..
    2ºimagen…..muy interesante la superficie del agua que se forma…..
    3ºimagen……el mar es representado como los campos sembrados(psicodelia animada de ayer y hoy)…..
    4ºimagen…..a flyparlo….el coche llamado «el huevo», una sola puerta un solo pasajero-conductor en formato submarino…….
    5ºimagen…..a la salida del casino te espera………
    6ºimagen…disparamos una bala al barrio peral y caera en la tierra clavado como el elefante de miquel barcelo…
    7ºimagen…..no se porque compraron-pusieron «el zulo» horrorosa escultura y no dejaron en la explanada del puerto al submarino peral…..la administracion local no puede ser mas «garrula»…..
    8ºimagen……dos enemigos a la vista el vulcanismo y los pulpos gigantes…….submarino brilli-brilli en peligro!!!!
    9ºimagen…..y aqui los 360 grados de la escultura de una esfera…..fantasia….
    PD…..https://www.youtube.com/watch?v=SsweeEB0Eq4….la orqueta mondragon..viaje con nosotros…1981…

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    • Alejandro Hermosilla

      1) submarino-arca. El tesoro es él mismo. 2) La superficie del agua es la red en la que es capturado el pez. 3) En realidad, si te fijas, cada ola de mar es una corbata. Es un submario elegante. 4) Máquina voladora ideal para un cómic de Jerónimo Puchero. 5) Tonel de cerveza para Obeliz tras combate feroz 6) Tiburón domesticado en acuario. 7) Tiburón domesticado saliendo a pasear al aire libre. 8) Maravillosa escena para decorar la portada de un libro que ningún niño podría pasar sin leer. 9) Julio verne como el galán enamorado perfecto para una doncella con aspiraciones. PD: La orquesta en su mejor momento. Capaz incluso de realizar una sintonía de una serie de dibujos animados y resultar creíble. «También los enanos empezaron pequeños». Werner Herzog.

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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