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Dark Star

May 7, 2014 | 0 Comentarios

Creo que para comprender plenamente una película como Dark Star (1974) hay que poseer ciertas nociones sociológicas que aclaren el contexto en el que este delirante film de John Carpenter surgió. Es cierto que este procedimiento es muy habitual cuando deseamos acercarnos a una obra de arte pero entiendo que en este caso, es necesario recalcarlo porque de no ser así, no sería posible entrever ni las razones de su ironía y tono jocoso ni su carácter de broma sardónica.

En el momento en el que el ser humano conquistó los límites y fronteras de la Tierra, echó su mirada a los cielos. Siendo una de las principales potencias económicas del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica se vieron obligados a responsabilizarse de la carrera espacial y convertirse en el primer país en poner un pie en la luna y otros planetas de la galaxia. Mientras no se colonizaban esos otros mundos, la población tuvo que calmar su ansia aventurera por medio de drogas como el LSD que prometían un viaje interior. Sin embargo, esta ansiedad no se calmó cuando el Apolo 11 llegó a la luna puesto que era un satélite no habitable en el que no se podía respirar sin escafandra y parecía imposible que la vida pudiera desarrollarse con normalidad y menos todavía que una colonia humana se estableciera allí.

Obviamente, esto provocó que las ilusiones que había puestas en la conquista del cielo y las estrellas, se desinflaran a medida que el aire del planeta se volvía menos respirable y un desastre nuclear amenazaba con destruir la tierra. Cuando se acabó la épica y conforme la CIA desestructuraba el sueño hippie -pues al gobierno ya no le eran útiles las hordas pacifistas- llegó la época de la dureza. Se volvió con más hostilidad a la vida, como saben bien los amantes del cine de Scorsese, Brian de Palma, Coppola, Eatswood y el realismo sucio que caracterizó el cine norteamericano en los 70 o los seguidores de los films de horror que sublimaron ese sentimiento de decepción con innumerables pesadillas a través de las que el espectador podía reconocer los bordes y límites de su monstruoso mundo. Pero también, obviamente, se produjo otra reacción. Me estoy refiriendo concretamente a la del humor: la divertida broma kitsch que se reía de las pretensiones de grandeza del pueblo norteamericano. Y es desde ese prisma y en ese contexto que entiendo que es necesario abordar un film como Dark Star. Una película que sin tener en cuenta estas circunstancias podría ser considerada demasiado irregular pero que, partiendo de estas premisas, creo que se antoja mucho más interesante.

De hecho, existen pocas bromas más hilarantes sobre los sueños de grandeza de la nación norteamericana que este film que, en parte, inauguró una corriente humorística que derivaría en programas cómicos tan excelsos como Saturday night live. Sí. Ya sé que probablemente le estoy dando más importancia a Dark Star de la que tiene. Es necesario aclarar que no es ni una obra redonda (nada más lejos de la realidad) ni un epígono pero sí un espejo artístico que irradia y refleja diversas corrientes que con más o menos fortuna se estaban desarrollando a principios de la década de los 70. Y desde luego que tiene su importancia dentro del género de la ciencia ficción que Kubrick había llevado a su últimos confines en 2001: una odisea del espacio. Una obra que, a la vista de los acontecimientos a los que acabamos de aludir, se puede entender mejor pues en cierta medida no sólo habla de la conquista de mundos sino, sobre todo, de la conciencia. Era un film a través del que Kubrick, de manera sumamente inteligente, aludía al obligado desarrollo de las capacidades creativas y divinas del ser humano -más que a su desarrollo técnico- como manera de colonizar ese futuro que se veía amenazado por su temperamento autodestructivo.

Obviamente, Carpenter tampoco respetó a Kubrick y nos legó una serie de escenas a través de las que ironizó con la seriedad de su propuesta, homenajeando de paso las decenas de cómics y películas de serie B que había devorado durante su infancia  y adolescencia. Tuvo que ser, ciertamente, muy divertido participar en el rodaje de esta película. La gran mayoría de los tópicos de los films de la ciencia ficción quedan ridiculizados y en entredicho, en secuencias que parecen haber sido rodadas con un cubata de Martini en la mano, un porro de marihuana en la otra y varios canapés y lonchas de cocaína en una mesa esperando que los actores las degustaran. Tanto la soledad del espacio como los comportamientos de los astronautas fueron abordados corrosivamente. Y gran parte de las características de la joven cultura norteamericana fueron cuestionadas. Capenter parecía preguntarse: ¿Qué van a hacer los ciudadanos de nuestro país si conquistan el espacio sino practicar surf entre las estrellas, continuar gastando chistes malos y soñar con besar a rubias platino?

Es inevitable aludir, por otra parte, al hablar de Dark Star, a la mascota alienígena con forma de balón de playa y garras con la que se establece una persecución hilarante y no exenta de tensión a lo largo del film. Más que nada porque me parece que esa pelota hinchable le sirvió a Carpenter para mostrar sardónicamente cómo la ilusión por llegar al espacio se había pinchado con la misma facilidad que una pelota de plástico. Y de paso, a través de los repetidos esfuerzos de los astronautas por conseguir acabar con ella durante la película, aludir también a la gran dificultad existente para borrar este sueño de grandeza de la conciencia del americano medio.

Creo, por otra parte, que gracias a este extraño engendro también pudo Carpenter caricaturizar la  ingente invasión de los OVNIS y alienígenas en la vida cotidiana de los norteamericanos. Demostrando que respondía no a hechos reales sino a la desesperada necesidad de creer en la vida en el espacio; esos nuevos planetas allende las estrellas en los que películas como Battlestar Galactica o Star Wars se desarrollaron posteriormente, ayudando a reverdecer el  género cuando pasó el tiempo de las risas. El tiempo de Carpenter y Dark StarShalam

ما حكّ جْلْْْْْدك مثل ظْفرك

El verdadero blanco que debe apuntar el arquero es su corazón

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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