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El más allá

Ago 19, 2022 | 2 Comentarios

Dejo a continuación un nuevo avería dedicado en esta ocasión a Kwaidan, el extraordinario filme de Masaki Kobayashi. El cual recomiendo leer escuchando uno de los temas de la escalofriante banda sonora realizada por Tôru Takemitsu.

El más allá

Kwaidan es una película fascinante. En realidad, a veces no parece cine sino teatro o pintura en movimiento. Kobayashi logró captar el otro lado de la orilla. El más allá. Su película posee la virtud de penetrar en el mundo de los espíritus con tal nivel de profundidad que termina por convertir la realidad en algo sobrenatural. Es la vida cotidiana la que es sobredimensionada y no el «otro mundo» cuyo aura llena y desborda cada uno de los fotogramas de una película de esas que dan sentido a toda una vida. A toda una vocación. Kobayashi podría no haber rodado más y su nombre seguiría ligado a la historia del séptimo arte.

Me imagino lo que tuvieron que sentir los espectadores al contemplarla en su estreno en cines y no puedo evitar estremecerme. Daría unos cuantos euros por transportarme a los 60 y ver esta película en un viejo teatro japonés. No, claro, en uno moderno recién construido o restaurado sino en uno de barrio y un poco deteriorado ubicado en medio de algún callejón. Toda una experiencia.

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En Kwaidan se produce un diálogo continuo entre los vivos y los muertos. No es que la película establezca un puente entre dos mundos aparentemente contrapuestos sino que, por momentos, los considera similares. Iguales.

Existen escenas en Kwaidan en las que los vivos parecen muertos y viceversa y también en los que un bosque, un río o un paisaje nevado parecen pertenecer a un ignoto rincón del limbo y no a la orografía natural del país nipón. Por eso Kwaidan es más una experiencia que una película en sí misma y no necesita ni jugar la baza de los sustos ni del efectismo para conmocionar o provocar pavor. Basta la mirada de una misteriosa mujer, el sombrío aspecto de un caserón o el brillo de unos ojos para transmitir todo un cúmulo de inhóspitas sensaciones. En realidad, Kwaidan no busca asustar en ningún momento. Busca transportarnos. Hacernos levitar. Cuando uno termina de ver la película no tiene ninguna duda de que los espíritus existen y de que en este mismo momento estamos rodeados por ellos. Ninguna.

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Kwaidan fue una superproducción. Kobayashi dispuso de un enorme presupuesto para rodar esta película que, en cierto sentido, reflejaría con orgullo el inconsciente de una nación que se encontraba aún bajo el trauma de la Segunda Guerra Mundial. Kwaidan era -estoy exagerando pero supongo que se me entiende- la Lo que el viento se llevó de su época en Japón. Sin embargo, Kobayashi en ningún momento tiró de efectismos ni sensacionalismos. Al contrario, si bien su visión del «otro mundo» es escalofriante, su concepción del filme es más minimalista que espectacular. Basta, por ejemplo, atender a la utilización que hace de la música y el sonido. Un director burdo hubiera llenado de densidad cada una de las escenas y posiblemente hubiera solicitado de un compositor una banda sonora con un tema muy reconocible que provocara cierto suspense.

Nada de eso, afortunadamente, sucede aquí. En Kwaidan destacan los silencios y las elipsis sonoras que son interrumpidos por la sutil banda sonora realizada por Takemitsu. En Kwaidan, el sonido de la lluvia, del viento y de las pisadas es tan importante como los inquietantes y solitarios compases que se van escuchando a lo largo de toda la película, provocando una sensación de angustia que nunca llega a ser hostigante, pero que colabora decisivamente en el tejido espectral de un filme parecido a un evaneceste bosque oscuro, a una herida sangrienta y a un sordo huracán.

Takemitsu llevó a cabo un trabajo ejemplar. Dotó a cada sonido de un diabólico aura astral. La música es impredecible. En cualquier momento, aparece una fría nota de piano, un susurro, un violín desbocado, un sinuoso tambor, un ruido gutural o una lejana voz apagada en combinación con una serpentina flauta o la lenta nota de un koto o un Shamisen. Takemitsu trata el sonido como algo vivo estableciendo una sintonía sin igual con las imágenes de un filme en el que los muertos parecen por momentos estar más despiertos que los vivos. Logrando una combinación inusual entre los avances vanguardistas de la música occidental y la música tradicional japonesa. Todo esto sin apartarse en ningún momento de uno de sus dogmas artísticos: «la necesidad de eliminar música de un filme antes que añadírselo para no recalcar innecesariamente lo que las imágenes transmiten».

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Otro aspecto esencial de Kwaidan es su fotografía. Una fotografía que logra por momentos lo imposible: resaltar con distintos matices la oscuridad. Kwaidan es un filme lleno de fondos negros, cielos grises y nublados e interiores sombríos que el insigne fotógrafo Yoshio Miyajima llena de contrastes que resaltan sus distintas tonalidades, logrando además dotarles de vida. Ese es algo que también ocurre en Kwaidan: que los negros se igualan a los rojos, azules y blancos y parecen tomar vida. Cada pigmento del cielo parece ser el fragmento de la piel de un ser vivo y cada momento de oscuridad corresponderse con el vaivén atmosférico, el agrio carácter de un espíritu o un espeluznante acontecimiento. Los colores en Kwaidan se encuentran llenos de una enorme plasticidad que resalta su enorme vitalidad y, a su vez, su aspecto fantasmagórico.

A su vez, la fotografía de Miyayima es complementaria de la banda sonora de Takemitsu porque sus instantáneas se encuentran llenas de estrías. Son irreales y movedizas y, al mismo tiempo, totalmente certeras. Características que permiten que los actores que interpreten a los humanos vivos puedan con tan un solo gesto transmitir su inmensa zozobra y que los espíritus desfilen con absoluta naturalidad por una pantalla que parece estar enfocando directamente a las fosas abisales del purgatorio. De hecho, esto es precisamente lo que permite que la escena de la reunión de los soldados muertos que aparece en «Hoichi el desorejado» funcione a la perfección.

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Supongo que no es necesario recalcarlo, pero lo haré. Kwaidan es una de esas deliciosas películas divididas en varios episodios típicas de la década de los 60 del siglo pasado. En concreto, Kobayashi adapta cuatro («Pelo negro», «La mujer en la nieve», «Hoichi el  desorejado» y «En la taza de té«) que aparecían en un libro de historias fantásticas recopiladas por el misterioso Lafcadio Hearn en Japón. Por tanto, Kwaidan no existiría sin el libro del escritor británico. Un autor que, como es bien sabido, fue en gran medida poseído por los espíritus nipones al establecerse en la isla asiática pues no sólo se nacionalizó japonés tras casarse con una oriunda sino que llegó a cambiar su nombre y adoptar como suyas buena parte de las costumbres de un país con el que parecía tener deudas kármicas pendientes de otra vida.

El célebre libro de Lafcadio Hearn es, por cierto, una maravilla. Una sinfonía sepulcral llena de sincronías espirituales narradas con suma sutileza narrativa. Sus historias de fantasmas son eternas. Clásicas. Pero además, la prosa del escritor británico las describe con sagaz ligereza. Permitiendo que los acontecimientos más inverosímiles pasen por ser completamente naturales. Hearn, de hecho, logra que la fantasía se convierta en una rama del tronco realista puesto que más que historias ficticias parece narrar historias verídicas teñidas, eso sí, de un intenso y cruento romanticismo.

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La influencia de Kwaidan ha sido descomunal en el cine japonés. Su presencia se puede rastrear en múltiples filmes de terror modernos que, no obstante, en muchos casos, imitan manieristamente su estilo sin profundizar en él. En cualquier caso, los cineastas modernos japoneses saben que pocos captaron la esencia fantasmagórica nipona como Kobayashi. Existe todo un género (el J-horror) que, en cierto modo, desciende de su filme. A los nuevos directores tal vez les falta su toque ancestral, pero tienen muy claro dónde recurrir para levantar sus ficciones.

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Lo sensacional de Kwaidan es que a veces parece que estamos viendo la verdadera historia de Japón. Yo al menos tengo la sensación de que lo allí presentado, sucedió realmente. Básicamente por un motivo. Hace unos párrafos me referí a la Segunda Guerra Mundial. Pienso que ese acontecimiento trágico llenó de amargura a la población. Había miles de personas que no terminaban de aceptar las muertes acaecidas por las bombas atómicas. Muchos japoneses vivían con la mente puesta en el ser querido perdido. En el otro mundo. Bastantes de ellos seguro que tendrían la impresión de estar en comunicación con los amados muertos. Una situación que creo que favoreció aún más el carácter sacro de Kwaidan. Una película que, a pesar de estar basada en relatos tradicionales, captó perfectamente el zeitgeist japones de la época. Si las películas de samurais, de alguna manera, vinieron a levantar el optimismo de la población nipona, Kwaidan ayudó a sanar o poner de manifiesto ciertas heridas espirituales.

Kwaidan, en cualquier caso, es un obra juguetona y diabólica. De hecho, es una película que no incide tanto en que dejemos a los muertos en paz sino que es más bien una suplica a los muertos para que estos nos dejen tranquilos. Y también es una constatación de que nunca lo harán. Shalam

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El pánico es más contagioso que la peste y se comunica en un instante

2 Comentarios

  1. andresrosiquemoreno

    1ºimagen….ofrenda en las tablas del teatro…..(virgenes)
    2ºimagen…la piel es el libro……
    3ºimagen….holograma 3d…..
    4ºimagen….hielo y color…..los objetos de esta imagen conducen el pensamiento(uno de los fundamentos del arte povera )
    5ºimagen…..embalsamamiento……
    6ºimagen…..estoy jugando con las apariencias…..
    7ºimagen..la figura congelada es una de esas que hacia henry moore, de esas de guerreros derrotados…sonrisa
    PD….originalidad, magia, atraccion….los 3:30 de inicio de este directo le gustarian mucho a kobayashi…jajaj…
    https://www.youtube.com/watch?v=G0d0rsW9p3I……Captain Beefheart & the Magic Band (Live on Beat Club 1972)……….maximo, maximo, maximo……maximo un asombro……

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    • Alejandro Hermosilla

      1) La virgen del fondo parece que está chateando con su novio por el móvil. 2) Imagina que lo deja a mitad porque el poeta se encuentra sin inspiración o que hay que tachar. 3) El hombre invisible versión japonesa 4) Fotograma de una película que se podría estrenar en el Cine Central en sus tiempos llamada «Hielo negro». 5) Versión japonesa de un lienzo de Edward Munch 6) Escena que podría perfectamente aparecer en el «Manuscrito encontrado en Zaragoza». /) Si quitamos la figura humana, podría pasar todo por un cuador impresionista abstracto. PD: Vaya. Es simplemente alucinante. REalmente, están en otro nivel. Así tocarían rock los escarabajos. Me fascina el cantante. Intuyo que no sacó las mejores calificaciones en la escuela..jajaj

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Autor: Alejandro Hermosilla

Mi nombre (creo) es Alejandro Hermosilla. Amo la escritura de Thomas Bernhard, Salvador Elizondo, Antonin Artaud, Georges Bataille y Lautreamont.

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